Viene de: #HistoriasCortasTCE No. 52: “Resultado-Parte 5A”.
Noche en la ciudad.
Recámara de Laura, humilde casa de los Gómez.
Laura en la
oscuridad de su cuarto, reflexiona sobre la disyuntiva amorosa que vivía. Había dejado a un buen hombre, que era
incapaz de pensar algo malo sobre ella; aunque en realidad estuviera siendo
engañado como un tonto. Por su parte,
César era el hombre que la envolvía en una fuerte ráfaga de amor; pero que
estaba demostrando que esa misma fuerza que él emanaba, no siempre era
positiva.
-Laura: Es que sólo esto te pasa a ti, Laura: engañas a
Daniel, das pruebas que obviamente ya no lo quieres y él se mantiene sin pensar
nada malo de ti. En cambio, a César, le
sigues su juego y cómo te responde: Como todo un inseguro.
En ese instante,
el celular de Laura suena. Se trataba de
un arrepentido César, con tono sincero y franco, que mientras conducía su
lujoso auto, trataba de decir su mejor discurso para obtener el perdón de la
mujer que amaba.
-César: Laura, te habla el último sobreviviente de los
cavernícolas, para ver si puedes perdonarme por haberme comportado como el
eslabón perdido.
-Laura: ¿Y a qué se debió que reaccionaras como un hombre
de las cavernas, con tanta rabia y tanto miedo?
-César: Por
imbécil, por estúpido, por olvidarme totalmente de quién eres tú para mí, por
olvidarme de todo lo que has aceptado para estar a mi lado y poner mi soberbia
y mi rabia por encima de todo eso.
Sabes, lo que pasa es que estoy acostumbrado siempre a reaccionar, a
tomar una decisión, a no quedarme inmóvil; muchas veces me sirve esa actitud
para varias cosas, como para conquistarte, pero otras veces es mi “talón de
aquiles”.
-Laura: Ya veo, espero que esto nos haya servido a los dos
para aprender a conocernos; de eso se trata cuando uno se enamora de otra
persona, de saber qué terreno se está pisando.
Lo que no quiero es que por los pocos días que faltan para acabar con
nuestro “período prudencial para dar a conocer lo nuestro”, se den estas cosas
de tu parte. Yo no soy muy buena para tolerar a personas así, no estoy
acostumbrada.
-César: Ten entiendo perfectamente, yo no te voy a pedir
que tengas ahora que aguantarme porque resulta que tengo el pequeño defecto de
reaccionar de esa manera; yo así mismo como soy rápido para actuar, trato de
reparar el daño que hice, lo más pronto posible. Por ahora no puedo hacer más nada que pedirte
perdón, perdón desde lo más profundo de mi ser y suplicarte que me des otra
oportunidad, que no pienses que has cometido un error al enamorarte de mí por
lo que acabo de hacer. ¿Puedes
perdonarme, Laura?
-Laura: Qué crees...claro que te perdono. Pero date cuenta que todo esto pasa por
ocultar lo nuestro. No te hago
responsable a ti sólo, yo acepté lo que me propusiste; en parte porque no me
atrevía a decirle de una a vez a Daniel que ya no lo amo. Mi idea es decirle: Daniel, lo pensé por estos doce días, conocí
a fondo a este hombre y me enamoré de él, lo nuestro ya no puede seguir. Así que, César, ¡no me decepciones, por
favor!
-César: No te voy a decepcionar, amor, yo quiero lo mejor
para ti; ya te lo dije, no quiero que nadie nos separe, ni siquiera yo mismo.
-Laura: Yo también no quiero separarme de ti. Bueno, ya es
bastante tarde, será hasta mañana entonces.
Buenas noches, amor, que descanses.
-César: Hasta mañana, mi amor.
César cierra su
teléfono y en voz alta dice:
-César: Esto no puede seguir así, tengo que hablar con
Mercedes y acabar con todo esto.
***
Las palabras de la abuela Dulce produjo su efecto, los tres hermanos
Rosales quedaron extrañados. Ya estaban
acostumbrados a los desvaríos de su abuela, pero lo que acababan de oír jamás
había salido de la boca de Doña Dulce.
-Federico: ¿Laura, quién es
Laura? Además, mi abuelo, el viejo loco
ése, ya se murió hace rato.
-Liliana: Feder, si nuestro abuelo
materno estaba loco, nuestra abuela paterna le sigue los pasos. Aquí nadie conoce a ninguna Laura o por lo
menos, que yo sepa, abuela ¿Tú, Ernesto, conoces a una Laura?
-Ernesto: No, realmente no. Al menos que se trate de una querida de mi
papá, o de mi difunto abuelo o de alguien de su descendencia. Pero por lo menos yo, no ando con alguien que
se llame así.
-Doña Dulce: Menos mal, porque si no,
¡qué lío!
-Federico: Ay, abuela, mejor vete a
dormir, nosotros tenemos que hablar con Ernesto.
Doña Dulce se
retira y Ernesto continúa su conversación con sus hermanos menores.
-Ernesto: A ver, síganme contando,
¿cómo pasó todo?
Melissa G.
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