#HistoriasCortasTCE
No. 10: La Cava de Don Nicanor.
Zona
esmeraldífera, 30 años atrás.......
Don
Nicanor sale de la recámara dedicada a la memoria de su esposa Matilde en su
hacienda en la zona esmeraldífera colombiana.
Camina por los corredores de la propiedad, con su acostumbrado paso
marcado a un ritmo casi perfecto. Al
final de un pasillo se encontraba un ventanal, por el que se asoma para ver lo
que sucedía en el jardín. Una sonrisa se
dibuja en su rostro al ver a un niño de unos diez años, de cabellos claros,
corretear por las inmediaciones. Casi
igual de rápido como Don Nicanor sonrió, su expresión cambió a desagrado y su
profunda mirada reflejaba su enojo ante lo que veía: El pequeño niño que observaba
por la ventana era apañado por los brazos de un hombre joven, de cabello
también claro y profundos ojos celestes.
Don Nicanor tomó aire profundamente, como tratando de dejar escapar su
ira, para luego decir en voz audible: -Lo importante es que mi nieto César es
igualito a mí. Tras esas palabras,
Nicanor prosiguió su camino hasta llegar a una puerta que daba paso un lugar
muy particular en la hacienda: La cava de Don Nicanor.
El frío en el interior del
recinto encrudecía mucho más el clima montañoso de la región de las esmeraldas,
pero Nicanor ya estaba acostumbrado a pasar tiempo en su cava. Su colección de vinos era impresionante,
convirtiéndose en una verdadera bitácora de recorridos, viajes, visitas y recuerdos
que tuvieron lugar tanto localmente, como en diferentes partes del mundo. Nicanor se pasea por los grupos de vinos que
estaban colocados a ambos lados y comienza a seleccionar botellas, que le
traían recuerdos de varios episodios de su vida.
El primer vino seleccionado lo lleva al instante
más feliz de su existencia, pero con nostalgia se permite mencionarlo en voz
alta.-Este vino fue un obsequio de bodas para Matilde y para mí. Era tan selecto, que esperábamos la ocasión
perfecta para abrirlo, pero nunca nos decidimos, ni para cuando nuestras dos
hijas nacieron y luego fue demasiado tarde. Nicanor coloca el vino en su
lugar y va en busca de otra botella, de profundo color verde y elegante
etiqueta. Al verlo, él dice: -Este
vino me lo regalaron para celebrar el nacimiento de mi hija Dalia y antes me
habían regalado otro igual para cuando nació Nidia, pero ése me lo terminé de
tomar en una sola noche, cuando me enteré que ella se había embarazado del
minero Fabriciano Rosales. Nicanor guarda la botella, como guardaba ese
amargo episodio que hasta la fecha, todavía lo descomponía.
Dando unos cuantos pasos más, en
lo alto de la colección, Nicanor toma otra botella y al sacarla, una sonrisa se
dibuja en su rostro y sus ojos recuperan el brillo que rara vez tenían. Se trataba de un vino cuya botella y etiqueta
intentaba reproducir el esplendor de una profunda esmeralda verde azulada, las
preferidas de Don Nicanor. Caminando con
la botella en sus manos, Nicanor se permite declarar audiblemente: -¡Pero
tenía razón Doña Pedra y hasta la propia Simona!.....Siempre, hay una
esperanza, pequeñita como una esmeralda, pero que con el tiempo, cobra mayor
valor, como un buen vino. Si me tomé en
una borrachera el vino en honor al nacimiento de Nidia el día que me enteré de
su embarazo de Fabriciano; el día que tuve a César en mis brazos y anuncié que
él era mi nieto, me regalaron este otro vino, que me supo a felicidad. Todavía lo tengo y espero compartir una copa
con mi nieto, cuando él sea un hombre, que me llene de orgullo por sus
logros.
Nicanor todavía con una sonrisa
en sus labios, guarda la botella de vino que esperaba volver a tomar en el
futuro. Prosigue su recorrido y rozando
botellas con la punta de sus dedos, él expresa su sentir, el que guardaba en el
interior de su ser y que implicaba la parte más vulnerable que tenía su férrea
personalidad: Su soledad. –Y me quedan tantos vinos todavía por probar y no
sé si lo haga algún día en compañía de alguien o seguiré en mi
soledad......pero tengo a mi nieto César, también a Ernesto, pero a él lo estoy
viendo un niño difícil que quizás se convierta en un hombre
complicado.....¿Podré algún día sentarme a tomar una copa con Ernesto, de
hombre a hombre, como pienso hacerlo con César? ¿Podrá Ernesto ser un hombre
sincero, cabal, con dignidad?.......
Esas palabras en la mente de
Nicanor, hizo que rápidamente se pusiera en acción. Saca una botella de vino entre tantas que
tenía, mueve con fuerza un pedazo de la colección, se agacha en el piso y en
cuestión de unos segundos, ante sí tiene una caja de seguridad, cuya llave
cargaba consigo. Era como si hubiera
practicado dicha rutina muchas veces, para no tomar tiempo dentro de la cava,
levantando sospechas de cualquiera. Es
que Don Nicanor estaba viendo que su legado, era toda una tentación. De pronto, segundos después de haber sacado
el contenido de la caja de seguridad, alguien llama a la puerta. Nicanor, con su fuerte tono de voz,
dice: ¡QUIÉN ES!......
Continúa en la próxima #HistoriasCortasTCE No.11.......
Melissa G.
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