El inicio de la Historia: Búsqueda.

El inicio de la Historia: Búsqueda.
Una foto y un escándalo que evitar; lo demás no es tan simple a la vista.

jueves, 27 de noviembre de 2014

#HistoriasCortasTCE No. 10: La Cava de Don Nicanor.


#HistoriasCortasTCE No. 10:  La Cava de Don Nicanor.

    Esta décima historia, comienza a trazar los pasos hacia el inicio de la trama de la #novelaTCE; la misma nos ubica en el pasado de la historia proyectando su presente y futuro.  Puedes conocer más sobre los personajes de esta novela, recorriendo las demás historias cortas, desde la #HistoriasCortasNo. 1, hasta la No. 9.

Zona esmeraldífera, 30 años atrás.......


   Don Nicanor sale de la recámara dedicada a la memoria de su esposa Matilde en su hacienda en la zona esmeraldífera colombiana.  Camina por los corredores de la propiedad, con su acostumbrado paso marcado a un ritmo casi perfecto.  Al final de un pasillo se encontraba un ventanal, por el que se asoma para ver lo que sucedía en el jardín.  Una sonrisa se dibuja en su rostro al ver a un niño de unos diez años, de cabellos claros, corretear por las inmediaciones.  Casi igual de rápido como Don Nicanor sonrió, su expresión cambió a desagrado y su profunda mirada reflejaba su enojo ante lo que veía: El pequeño niño que observaba por la ventana era apañado por los brazos de un hombre joven, de cabello también claro y profundos ojos celestes.  Don Nicanor tomó aire profundamente, como tratando de dejar escapar su ira, para luego decir en voz audible: -Lo importante es que mi nieto César es igualito a mí.  Tras esas palabras, Nicanor prosiguió su camino hasta llegar a una puerta que daba paso un lugar muy particular en la hacienda: La cava de Don Nicanor.

    El frío en el interior del recinto encrudecía mucho más el clima montañoso de la región de las esmeraldas, pero Nicanor ya estaba acostumbrado a pasar tiempo en su cava.  Su colección de vinos era impresionante, convirtiéndose en una verdadera bitácora de recorridos, viajes, visitas y recuerdos que tuvieron lugar tanto localmente, como en diferentes partes del mundo.  Nicanor se pasea por los grupos de vinos que estaban colocados a ambos lados y comienza a seleccionar botellas, que le traían recuerdos de varios episodios de su vida.  

   El primer vino seleccionado lo lleva al instante más feliz de su existencia, pero con nostalgia se permite mencionarlo en voz alta.-Este vino fue un obsequio de bodas para Matilde y para mí.  Era tan selecto, que esperábamos la ocasión perfecta para abrirlo, pero nunca nos decidimos, ni para cuando nuestras dos hijas nacieron y luego fue demasiado tarde. Nicanor coloca el vino en su lugar y va en busca de otra botella, de profundo color verde y elegante etiqueta.  Al verlo, él dice: -Este vino me lo regalaron para celebrar el nacimiento de mi hija Dalia y antes me habían regalado otro igual para cuando nació Nidia, pero ése me lo terminé de tomar en una sola noche, cuando me enteré que ella se había embarazado del minero Fabriciano Rosales. Nicanor guarda la botella, como guardaba ese amargo episodio que hasta la fecha, todavía lo descomponía.

    Dando unos cuantos pasos más, en lo alto de la colección, Nicanor toma otra botella y al sacarla, una sonrisa se dibuja en su rostro y sus ojos recuperan el brillo que rara vez tenían.  Se trataba de un vino cuya botella y etiqueta intentaba reproducir el esplendor de una profunda esmeralda verde azulada, las preferidas de Don Nicanor.  Caminando con la botella en sus manos, Nicanor se permite declarar audiblemente: -¡Pero tenía razón Doña Pedra y hasta la propia Simona!.....Siempre, hay una esperanza, pequeñita como una esmeralda, pero que con el tiempo, cobra mayor valor, como un buen vino.  Si me tomé en una borrachera el vino en honor al nacimiento de Nidia el día que me enteré de su embarazo de Fabriciano; el día que tuve a César en mis brazos y anuncié que él era mi nieto, me regalaron este otro vino, que me supo a felicidad.  Todavía lo tengo y espero compartir una copa con mi nieto, cuando él sea un hombre, que me llene de orgullo por sus logros. 

    Nicanor todavía con una sonrisa en sus labios, guarda la botella de vino que esperaba volver a tomar en el futuro.  Prosigue su recorrido y rozando botellas con la punta de sus dedos, él expresa su sentir, el que guardaba en el interior de su ser y que implicaba la parte más vulnerable que tenía su férrea personalidad: Su soledad. –Y me quedan tantos vinos todavía por probar y no sé si lo haga algún día en compañía de alguien o seguiré en mi soledad......pero tengo a mi nieto César, también a Ernesto, pero a él lo estoy viendo un niño difícil que quizás se convierta en un hombre complicado.....¿Podré algún día sentarme a tomar una copa con Ernesto, de hombre a hombre, como pienso hacerlo con César? ¿Podrá Ernesto ser un hombre sincero, cabal, con dignidad?.......

    Esas palabras en la mente de Nicanor, hizo que rápidamente se pusiera en acción.  Saca una botella de vino entre tantas que tenía, mueve con fuerza un pedazo de la colección, se agacha en el piso y en cuestión de unos segundos, ante sí tiene una caja de seguridad, cuya llave cargaba consigo.  Era como si hubiera practicado dicha rutina muchas veces, para no tomar tiempo dentro de la cava, levantando sospechas de cualquiera.  Es que Don Nicanor estaba viendo que su legado, era toda una tentación.  De pronto, segundos después de haber sacado el contenido de la caja de seguridad, alguien llama a la puerta.  Nicanor, con su fuerte tono de voz, dice:  ¡QUIÉN ES!......



Continúa en la próxima #HistoriasCortasTCE No.11.......

Melissa G.

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jueves, 20 de noviembre de 2014

#HistoriasCortasTCE No. 9: “Desear una Esmeralda”.



   Esta historia corta nos sigue resumiendo la relación entre varios personajes de la trama y el mundo de las esmeraldas en la #novelaTCE.  Puedes leer la anterior #HistoriasCortasTCE No. 8 para conocer más sobre los protagonistas Laura y César y de ahí recorrer las otras historias para saber más del mundo de #novelaTCE.  

#HistoriasCortasTCE No. 9: “Desear una Esmeralda”.

   Una esmeralda es un objeto innegablemente deseable.  Su atractivo color verde que puede venir en diferentes variantes, desde los profundos verdes azulados a los verdes con notas de color limón, roban las miradas de cualquiera. El brillo, tamaño y valor monetario completan la identidad de una esmeralda, catalogándola como absolutamente tentadora.  Más allá de lo evidente, lo que escribe una historia tras una esmeralda es la manera en que la misma llega a las manos de cualquiera.  Pueden darse muchas formas, pero ambas oscilarán entre los dos caminos posibles que cualquiera puede tomar:  Lo correcto o lo incorrecto.

    Don Fabriciano Rosales siempre optó por la vía expedita para conseguir sus más preciadas esmeraldas: Las mujeres.  Sus profundos ojos celestes tenían la capacidad de escoger la belleza femenina en su máxima expresión, sin importar de dónde viniesen.  Fuera una fresca belleza de campo, una bonita muchacha que perteneciera a humildes estratos o una estilizada dama de hermosura impecable, Fabriciano tenía la capacidad de hacer que todas terminaran en sus manos.  Él ha oscilado en su vida por distintos mundos, todos peligrosos, como un buen minero que ha buscado esmeraldas tanto en las profundidades de un túnel, como a la orilla de un río.  El problema con él ha sido el valor que le ha dado a esas mujeres; Fabriciano las ha deseado para el placer, como quien colecciona esmeraldas por tenerlas, sin profundizar en su valor o en las lecciones que diminutas piedras verdes nacidas en las entrañas de la tierra, pueden dar.  El resultado para Fabriciano ha sido sencillo:  Vacío.  ¿Para qué desear una esmeralda si sólo para que exista vacío?
    Hay quienes creen merecer una esmeralda y ése es el caso de Mercedes.  Nacida en medio de una pudiente familia, llevando a cuestas no sólo apellidos importantes, sino también una cuantiosa fortuna, Mercedes nunca le ha parecido algo extraño que alguien le regale una esmeralda, simplemente por ser ella una “De las Casas”.  Al convertirse en una popular reina de belleza en su país, conquistando así a la nación entera, para Mercedes se convirtió en tema de todos los días el asunto aquel de las piedras preciosas.  La amistad de su familia con los Rosales De la Vega, familia que generacionalmente se ha dedicado a las esmeraldas, tampoco hizo que ella se sorprendiera que nuevamente, los tesoros y las gemas se acercaran a ella; pero cuando la mayor esmeralda de los Rosales De la Vega se acercó a Mercedes, ella simplemente se dijo:  ¿Por qué no tenerla?



    Aquella esmeralda no era una piedra, sino el prometedor heredero César Iván Rosales De La Vega.  Que lo apodaran el “zar legal de las esmeraldas” no pareció sorprenderle a Mercedes.  Tal pareciera que un reconocimiento a la labor y distinción profesional de César no era un asunto tan importante, como el que ella estuviera a su lado.  En su mentalidad tan personalista, César era apodado más un “zar”, por ella, que por otra razón, puesto que en su lógica, ella era un “reina”, así que él debía ser un “rey” y por ende, ella era la única para ocupar el papel de “zarina de las esmeraldas”.  Ante tales conclusiones, Mercedes decidió que César tenía que ser para ella, simplemente por ser ella quien era.  Sin importar que él estuviera lleno de cualidades, Mercedes entró en su vida, para no hacer otra cosa después que dominarlo.  No hay algo más triste que tener una esmeralda, por tenerla, por decir que es mía, pudiendo ésta servir para tanto.  ¿Para qué tener entonces una esmeralda por capricho?


     Hay otro caso donde poseer una esmeralda, lo es todo, donde no hay algo más grande en la vida que tener algo valioso en las propias manos.  Eso fue lo que le pasó a Daniel cuando conoció a Laura, una mujer tanto inteligente, como de buenos sentimientos, sumado a su atractivo físico; una sutil tentación para un hombre romántico como él.  Desde el primer momento en que la conoció, su mundo giró alrededor de ella, o por lo menos eso fue lo que él pensó.  Daniel estaba claro que con Laura, se casaría algún día, sólo era cuestión de esperar a que las cosas estuvieran mejor en el plano monetario, pero mientras tanto, estar cerca de su amada lo era todo.  Daniel sólo olvidó el detalle de preguntarse si Laura estaba cómoda con la situación, lo que sería equivalente a tener una esmeralda, sin saber exactamente cómo cuidarla.  ¿Para qué idolatrar a una esmeralda, sin entender que con tenerlas en las manos, no es suficiente?

    Existen casos más complicados, como el de aquellos que han tenido una preciosa piedra de color verde, pero la han perdido.  Eso mismo le sucedió a Don Nicanor y a Arístides, abuelo y amigo de César, respectivamente.  Ambos hombres conocieron la viudez desde muy jóvenes, apegándose al recuerdo, convirtiéndose lo valioso que un día tuvieron, en una barrera para no seguir adelante.  Nunca ninguno de los dos se conformó con la soledad; sin embargo, el sentido de pérdida no los dejaba salir de su tristeza.  Doña Simona, la ama de llaves de la hacienda de los Rosales De la Vega, también enviudó, pero hizo a un lado el dolor, por todo lo que vivió y lo que le quedaba por hacer; en cambio, Nicanor y Arístides quedaron incompletos.  Eso sería como haber tenido una esmeralda y no atreverse a buscar otra después.  ¿Acaso no existen las esmeraldas para desear lograr una mejor vida? Hasta los mineros, conocen esta verdad, que un par de millonarios como Arístides y Nicanor tuvieron que entender. 





   Y hay casos donde una esmeralda, necesita de otra, como dos piedras que necesitan juntarse para conformar después un hermoso par de zarcillos.  Ése es el caso de Laura y César, cuyas insatisfacciones personales inmediatas, no les permiten ver que existe una esperanza, una opción de vida.  De tanta inconformidad, se puede producir muchas reacciones, desde no saber manejar lo que se presenta, hasta perder una oportunidad. Eso sería algo así como encontrarse con una esmeralda y no saber manejarla, para retenerla . ¿Para qué desear una esmeralda, si no es para otra cosa que para quedarse siempre con ella y ser  feliz todo el tiempo a su lado? ¿Para qué desear la parte que nos hace falta, sin entenderse también uno mismo? La fórmula tampoco es tan sencilla, porque siempre hay quienes se oponen, pero el valor de una esmeralda hace necesario que se haga todo lo posible, para no sólo encontrarla, sino también para que quede en las mejores manos. Nuevamente, la salida a tantos dilemas es semejante a caminar por una mina en busca del escape al exterior. El recorrido no es sencillo, pero las decisiones más sabias son las que harán la diferencia.

    Todos estamos llenos de deseos que se traducen en sueños.  Una buena manera para hacerlos realidad y duraderos, es replicar lo que hace un comprador cuando va en busca de una hermosa esmeralda.  Mucha investigación, planificación y lo más importante: Un claro entendimiento de para qué se quiere esa piedra preciosa. Hay que saber para qué se desea una esmeralda y la mejor razón, es la felicidad. 

Melissa G.

Continúa con la siguiente #HistoriasCortasTCE No.10.....

jueves, 13 de noviembre de 2014

#HistoriasCortasTCE No. 8: “Ver unos ojos verdes”.



   Esta breve historia nos sigue introduciendo a la vida de la paparazzi Laura Gómez, protagonista de la #novelaTCE.   El momento que se nos narra es justo antes que ella emprenda su camino hacia el protagonista de ojos verdes: César Rosales De la Vega.  Puedes conocer más sobre César en la anterior #HistoriasCortasTCE No. 7.  

#HistoriasCortasTCE No. 8: “Ver unos ojos verdes”.

   El escritorio de Laura estaba invadido por una cantidad gigantesca de material sobre la próxima boda de la afamada ex reina de belleza Mercedes De las Casas y el Industrial de las esmeraldas César Iván Rosales De la Vega.  

    Revistas, recortes de periódicos, notas bajadas de portales de internet, sin olvidar la pantalla del viejo computador de la sección de espectáculos y sociales del canal 52, que tenía desplegado una imagen de la sonriente pareja que estaba acaparando la atención de todos: Toda esa colección informativa rodeaba a la joven periodista.  Laura, como una agitada paparazzi de un canal de baja audiencia, no tenía tiempo que perder.  Ella estaba en la búsqueda de la que sería la nota más impactante dentro del segmento El Pantallazo
    Aquella desmedida importancia que se le había dado a la unión matrimonial de dos distinguidas personas de la alta sociedad había despertado en ella su sentido investigativo y en ese camino, una mezcla de curiosidad y deseo por la verdad la había tentado a querer descubrir qué había más allá de las apariencias. Lo que no sabía Laura era que adentrarse en ese búsqueda periodística, podía ser más peligroso que andar por primera vez dentro de un oscuro túnel de un mina de esmeraldas.
    La primera pista que siguió Laura fue la calculada sonrisa de la protagonista de la historia del momento: Mercedes.  Ella sabía cómo acaparar la atención de todos con su indiscutible belleza, fama y distinción social, pero eso no había sido suficiente para convencer los instintos  de la ágil paparazzi.  Por tal razón, ella había decidido reunir todos los datos posibles y comenzar su investigación, apoyada con la fuente de información que le proveía el viejo productor del 52: Don Pedro.  

    Hasta ahora, Laura, en sus afanes, había tomado el tema desde un punto de vista científico; era una cuestión de descubrir una falsedad aparente.  Por ello, la figura de César Rosales De la Vega, el célebre prometido, apodado en los medios industriales y sociales el “zar legal de las esmeraldas”, había sido hasta ahora una especie de figura observada bajo una fría mirada investigativa, pero un segundo escapado en medio de los afanes, cruzó la mirada de Laura con los ojos verdes de César, plasmados en una fotografía.


    Entre tantas fotografías donde Mercedes y César aparecían posando como la pareja perfecta, hubo una en la que por un descuido, se captó un momento de sinceridad por parte de él.  Laura tomó entre sus manos esa imagen que aparecía en una revista y por varios segundos observó con atención los entristecidos ojos verdes de César, los observó como un experto conocedor observa a una piedra de profundo tono esmeralda para identificar su veracidad. 



   Y para la sorpresa de la periodista, lo que ella vio no sólo captó su atención, sino que también llegó a convencerla de su teoría de la existencia de una mentira tras la pareja que medio país idolatraba; pero más allá de sentir emoción por estar a punto de descubrir lo que buscaba, la revelación llegó a conmoverla.  Frente a ella, estaba la tristeza de un hombre que parecía tenerlo todo, el apodado “zar legal de las esmeraldas” no era otro más que un hombre incómodo por lo que estaba viviendo.  Sus ojos verdes parecían declarar que no sólo estaba cansado y vacío, sino también confundido y temeroso.  Se suponía que él estaba a punto de casarse con la mujer de sus sueños; ¿entonces por qué se veía como si estuviera en medio de una pesadilla de la cual no lograba salir?


    Laura se detuvo por unos segundos más, observando la fotografía donde los ojos verdes de César parecían decirle a ella lo que el resto de la sociedad desconocía, una revelación que podría estremecer demasiados intereses.  La pregunta ahora era qué hacer o qué sentir, segundos antes aquel hombre era una figura más de la sociedad que ella debía analizar periodísticamente, aunque fuera como una paparazzo, pero ahora él era un hombre triste, un ser humano. Su confusión era más grande que la que experimenta un minero cuando sin pensarlo, descubre una esmeralda rezagada en tierra que se había desechado. 
    El sonido del teléfono dispuesto en la oficina de sociales y espectáculos saca a Laura de sus pensamientos.  Su amiga Mónica le da la noticia que la llamaba su novio Daniel.  La dulce voz de éste le recuerda a Laura su realidad.  Ella tenía una vida, muchos problemas que resolver, sueños que cumplir, un trabajo que realizar, una verdad que descubrir......pero, ante tal revelación, qué camino tomar....  Laura optó por el mejor, el de seguir el curso de su investigación y no pudo haber tomado una decisión más perfecta, porque ese camino era el único que la llevaría hacia la verdad y por ende, hacia César. Pero por unos segundos, ella se detuvo a ver algo que hablaba más verdades que mil palabras: Unos ojos verdes.


   Al igual que Laura y su descubrimiento, sólo hace falta detenernos por un momento, para ver más allá de las apariencias, pero ése es sólo el inicio del reto. ¿Qué hacer cuando descubrimos una verdad escondida en otro ser humano? Quizás el principio básico de ponernos a pensar cómo nos gustaría ser tratados, bien podría empezar a darnos una luz en el difícil camino de hacer lo correcto.  Añadir un poco de sabiduría tampoco estaría demás en una encrucijada de ese tipo, pero ciertamente, la verdad es la vía directa hacia el propio destino.  

Continúa con la próxima #HistoriasCortasTCE No.9……

Melissa G.

@MelissaGuardiaV

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miércoles, 5 de noviembre de 2014

#HistoriasCortasTCE No. 7: ¡Ámame, Laura!



    Esta historia corta, nos ayuda a introducirnos mucho más en la realidad que viven los protagonistas de la #novelaTCE: Laura y César, antes de conocerse.  Puedes seguir recorriendo la trama a través de la anterior #HistoriasCortasTCENo. 6 y el especial Extracto No. 1.  También en la #HistoriasCortasTCE No. 2, puedes leer un poco más sobre César. 

#HistoriasCortasTCE No. 7: ¡Ámame, Laura!

    Más buscado que una esmeralda, es el amor.  Para César, la búsqueda ha sido larga y hasta contradictoria.   A la altura de estas líneas, ya se ha podido conocer un poco sobre él, podrás encontrar sobre la polémica de su vida, en #HistoriasCortasTCE No. 2: “La foto casi perfecta de César y Mercedes”. Más allá de su dilema, el dilema de un hombre atrapado en una realidad que le incomoda, la verdadera incógnita es cómo enfrentará la situación y cómo enfrentará su problema.  César es un hombre que está deseoso de amar, pero su encuentro con el destino lo llevará a confrontarse consigo mismo y entonces descubrirá qué tanto entiende él sobre el verdadero amor.  Mientras tanto, les comparto un poco sobre su situación actual y dónde ésta lo llevará:


    Son las siete de la mañana y César se levanta de su cama, sin desperdiciar ningún segundo más de su vida a lado de Mercedes, su pareja actual.  La noche anterior él había discutido nuevamente con ella, sin poder decirle claro que la relación que sostenían, no iba para ninguna parte, o por lo menos, no iba para ningún buen destino.  Entre gritos y reclamos, jamás ellos dos podían terminar sincerándose.  César ya no sabía ni qué le pasaba, él antes con facilidad podía expresar lo que sentía y ahora una extraña mezcla de sentimientos lo enmudecía.  Tras alistarse rápidamente en su apartamento, él se retira sin despedirse de Mercedes, rumbo a su oficina como empresario de las esmeraldas.  Se iba tal cual como se sentía:  Solo y vacío.


     Al volante en su auto, desconocía lo que pasaba muy distante de él, pero que muy bien podía llenar su sentido de fracaso personal.  Escondida como una hermosa piedra de intenso color verde en las entrañas de la tierra, estaba Laura.  Ella iba rumbo a su difícil trabajo en el canal 52, esa mañana le tocó irse en transporte público porque su sacrificado novio Daniel no pudo pasarla a recoger para hacerle el favor de llevarla hasta las instalaciones de la televisora donde laboraba. 


   César llega a su empresa donde es saludado por los empleados que se encuentra en su camino, ninguno de ellos puede ayudarle, a él le toca sonreír amablemente, sin dejar de demostrar seguridad.  Al fin y al cabo es el jefe del cual depende una larga cadena de empleados, sólo uno de ellos se le acerca para preguntarle si se encontraba bien.  Se trataba de su amiga y encargada de relaciones públicas Amanda Salvatierra.  Amanda había notado en los ojos verdes de su amigo y superior un tristeza que no iba de la mano con la tal anunciada próxima boda del año entre él y la afamada ex reina de belleza Mercedes De las Casas.  -¿Qué te sucede, César?, Amanda dice.  Él responde: -Nada, estoy bien....me desvelé un par de horas, dormí poco, pero es que tuve mucha actividad durante el fin de semana; tú sabes, los compromisos previos a la boda.  Ante tal respuesta, Amanda guarda silencio, para luego agregar:  -Debes tomar las cosas con calma, no puedes estar a días de casarte y estar agotado; ¿puedo ayudarte en algo?  César sólo opta por concluir la conversación, diciendo:  -No, tranquila, me encuentro bien, cualquier cosa que necesite, yo te aviso.  Respetuosamente, Amanda, añade: -Está bien, estoy a la orden, amigo.  César sólo sonríe y camina hacia su oficina donde le esperaba un sin fin de compromisos con qué olvidar un par de horas lo que le pasaba, pero una hermosa esmeralda sobre su mesa, dispuesta sobre un delicado estuche de joyería lo tienta a soñar.


   César se sienta en su escritorio, toma la hermosa esmeralda, finamente tallada, en sus manos y sus deseos reprimidos comienzan a hacerle confesar su dilema interno:  ¿Cómo es que tengo esta hermosa esmeralda y no tengo una mujer a quien dársela?, -a una mujer que ame de verdad, añade él mentalmente. César le había ordenado a un experto tallador de piedras de su empresa, tomar esa esmeralda que había sido traída directamente de la mina La Próspera, la mina que su familia administraba desde hace años, para que fuera pulida, de manera que todo su esplendor saliera a relucir.  Con esa idea en su mente, César se dice a sí mismo:  ¿Y si yo pudiera mandar a traer a la mujer de mis sueños ante mi presencia? ¿Si yo pudiese dar la orden que esa mujer apareciera ante mí? ¿Cómo sería ella?  César había tenido muchas mujeres hermosas en su vida, así que un rasgo físico en particular no es lo que tenía en mente.  Él se decía: -Esa mujer tiene que ser especial, me la imagino hermosa, pero la imagino con algo más.....¡ya sé, con profundidad!, como una exquisita esmeralda de un profundo color verde azulado. Mientras César se imaginaba esa idea, Laura hablaba con ahínco y tesón en la reunión semanal de periodistas en el canal 52.  A ella le tocó defender su idea contra la odiosa directora del noticiero y sus palabras callaron cada una de sus sandeces.  Si César pudiese oírla, se diera cuenta que Laura tenía esa profundidad que buscaba.
    César había dejado a un lado sus quehaceres, para seguir con sus sueños.  Ya sabía que la mujer que buscaba, tenía que tener profundidad; ¿pero qué más debía tener?  El color, el color era otro factor vital a la hora de valorar una esmeralda.  Bueno, él jamás había sido racista o algo que se le pareciera y las mujeres que habían pasado por su vida, hacían gala de una amplia gama de hermosos tonos de piel.  Mercedes era una perfecta belleza europea y claro está, se encontraba Cindy, una atractiva mujer de piel bronceada.  Quizás la tentadora piel bronceada de Cindy era la clave para determinar que ella era la mujer indicada, qué color más hermoso representaba ella; pero no, César recordó quién en verdad era esa mujer.  ¿Entonces, qué color tenía que tener la mujer de sus sueños? 

César se dio cuenta que esto iba más allá de lo físico y optó por determinar que la mujer que buscaba debía dejar un rastro de un color esperanzador, como el color de las esmeraldas.  Donde viera a esa mujer, su sonrisa tendría que iluminar su camino y cuando la escuchara, su voz debía llenar su corazón de emoción, pero también de verdad.  Esa mujer tenía que tener verdad, ¡como pasa con una verdadera esmeralda que sólo su color tan particular la revela como original, no sintética! César no podía verla, ni escucharla, pero Laura se sinceraba con sus amigas mientras laboraba en el canal 52 y entre confesiones y consejos, demostraba que era una mujer de palabras con franqueza.
   Ya César tenía más claro el perfil de la mujer de sus sueños.  Debía ser una mujer con profundidad y con verdad.  ¿Qué más añadirle? Pues, el tamaño y la forma eran otros elementos de consideración en la estima de una esmeralda.  Él ya se había dado cuenta que no podía aplicar lo físico en su búsqueda, el tamaño y la forma de su mujer ideal iba más allá de una estatura de modelo o de una forma femenina de tentadoras curvas.  El tamaño y la forma tenía que ser algo más, pero qué.  ¿Dinero, conocimiento, posición social, ingenio, pasión? Rápidamente César se contestó esa pregunta: ¡De qué serviría todo eso, si esta mujer no tuviera valentía, humildad, decencia, responsabilidad, amor, entre otras cosas! ¡Esta mujer debe tener valores, muchos valores, de gran tamaño y forma!  

César guardó silencio por algunos momentos y se dio cuenta de una difícil realidad.  Recordó que para que una esmeralda se formara en la tierra y tuviera una forma y un tamaño particular, tenía que pasar por un largo proceso de creación geológica, que incluía no solo tiempo, sino también muchas otras cosas que si fueran aplicables a la vida humana, no serían nada fácil de atravesarlas.  Nada más de imaginarse a una mujer encerrada en una mina, esperando a ser descubierta, como una esmeralda aguardando salir a la luz, no pudo sentir otra cosa que estremecimiento.  ¿Podría ser posible que la mujer de sus sueños tuviera una vida difícil? César no se equivocaba en su análisis, a Laura le acababan de dar su cheque quincenal y descubrió que su pequeño sueldo había sido lesionado nuevamente por las deudas de su padre.


    César se dijo a sí mismo que de ser así, de encontrar a la mujer de sus sueños, le daría todo lo que él tenía, ¡todas las esmeraldas que pudiese, las más hermosas joyas, la casa más bella, la vida más lujosa! César ya tenía el perfil de la mujer que buscaba, pero él carecía de lo más elemental: La libertad.  Entonces, ¿cómo recuperarla? No se había dado cuenta, pero la respuesta se basaba en las mismas cualidades que él había desglosado para la mujer que buscaba: Profundidad, verdad, valores de gran tamaño y forma. 


    Una llamada importante de negocios lo desconecta de sus sueños y lo lleva de regreso a la realidad.  Laura, por su parte, continuaba en su lucha por sobrevivir.  El presente actual de ambos los preparaba para el momento venidero: El momento de encontrarse, el momento de amarse.  Por ahora, dentro del corazón de César, sólo hay un deseo que exclama a toda voz:  ¡Ámame, Laura, ámame!
    Al igual que César, podemos tener el deseo intenso de amar y ser amado, pero el sentido del amor es algo que también podemos estar tratando de entender y puede ser que vaya un poco más allá de nosotros mismos y no sólo se limite a expresarse de una forma que llene nuestros vacíos.  Quizás, pensando un poco sobre lo que al otro le falta, bien pudiese conducir nuestros pasos hacia el verdadero amor y por ende, al fin último de éste: La felicidad.

Melissa G.

Continúa con la siguiente #HistoriasCortasTCE No.8.....


   Puedes conocer más sobre Laura y su mundo en las anteriores #HistoriasCortasTCE No. 1 e #HistoriasCortasTCE No. 6