#HistoriasCortasTCE No. 62: “Siguiente Jugada-Parte 4”.

Viene de anterior: #HistoriasCortasTCE No. 62: “Siguiente Jugada-Parte 3”.

 -Notas de la Autora:  Don Edgardo sigue preocupado por los pasos de su hija Laura; ella lo contacta para que no se alarme, pero él no puede escapar de su mayor tentación: Las intrigas de su hermana Concepción. Ella es una mujer que con los años, ha incrementado su veneno interno y ante la incertidumbre del padre de Laura, no duda en manifestar las peores ideas sobre la intrépida periodista, aunque se trate de su propia sangre. El recuerdo de la madre de Laura es un fantasma que a Concepción le gusta recordar, pero en esta ocasión, será una noche donde Don Edgardo se manifieste en contra de sus sucios pensamientos, para defender el honor de su hija Laura. El pasado de la propia Concepción será un túnel que su hermano decidirá abrir, como lo haría un valiente minero o un ágil periodista, en búsqueda de una verdad que acabe con las ideas tóxicas contra Laura. Don Edgardo por una noche, será el “zar”, aunque no de las esmeraldas, que rescate el buen nombre de su tesoro más preciado: Su amada hija.

 ¡Como siempre, que disfruten ésta y las demás #HistoriasCortasTCE!

 Melissa G.

 ***

Noche en la ciudad.  Humilde barrio de la localidad.

    Don Edgardo contesta el teléfono en la sala de su casa; su hermana como siempre andaba cerca.

-Don Edgardo: Aló........Laurita, hija, dónde estás.......................Un evento en el club de “Damas Unidas de la Nación”,......todo porque Mónica se intoxicó......................Entiendo, y como a qué hora llegas, Laurita..........................Tarde en la noche...........................Bueno, hija, que te vaya bien.

    Concepción lanza su artillería de veneno e intriga:

-Concepción: ¡Siguen las llegadas tarde en la noche por parte de tu hija, Edgardo!

-Don Edgardo: Sí, pero por trabajo, por responsabilidad laboral, cosa muy diferente a lo que tú insinúas.

-Concepción: ¿No será que tu hija está haciendo una investigación en busca de clínicas clandestinas......?

-Don Edgardo: ¡Qué cosas dices, acaso no escuchaste mientras hablaba con Laura, yo vi que tenías el oído bien puesto en la conversación!   Laura va a cubrir un evento benéfico en un club de señoras “ricachonas estiradas”, porque una de sus compañeras se enfermó.

 -Concepción: Quizás eso fue lo que ella te dijo, pero puede ser que esté haciendo otra cosa.......

 -Don Edgardo: ¡Cómo que otra cosa!

 -Concepción: No sé, se me ocurre que quizás ella se esté deshaciendo de algún inconveniente que pueda tener en una clínica clandestina.....Como la otra noche se desmayó, no te has puesto a pensar que tu hija esté embarazada......

 -Don Edgardo: ¡Cómo se te ocurre decir algo semejante!

 -Concepción: Y por qué no podría ser posible, Laura no es una niña y ni sabes si es o no......

    Lleno de una rabia monstruosamente enorme, el padre de Laura sale a la defensa de su hija.

 -Don Edgardo: ¡Voy esta noche a ponerle punto final a tus intrigas, a tus cochinadas, a tu cizaña maloliente, a tus chismes de chusma!  ¡A mi hija Laura, la respetas, Concepción; ella es la que te da de comer, ella es la que paga más de la mitad de la casa donde vives, ella es una mujer de valor!  ¡Y acuérdate de una cosa, tu pasado no tiene nada de limpio tampoco!

 "¡A mi hija Laura, la respetas, Concepción....!" 

Don Edgardo Gómez.

 -Concepción: ¡Cómo te atreves a calumniarme, yo tengo una reputación que ninguna mujer de este país puede jactarse de tener!  ¡Aquí las mujeres sólo saben enseñar pechos, nalgas, ombligos, piernas; andan desnudas por las calles buscando un hombre que les resuelva la vida!

 -Don Edgardo:  Concepción, por favor, no creas que yo pienso que debajo de tus faldas y tus interiores de puritana se esconde una “señorita de su casa”; para que te enteres, aunque seas unos cuantos años mayor que yo, el día que le confesaste la verdad a mi madre yo escuché todo.

-Concepción: No sé de qué me estás hablando......

-Don Edgardo: Sí, Concepción Gómez, yo escuché lo que le dijiste a nuestra madre cuando tenías sólo trece años, le confesaste que tuviste relaciones con un fulano aventurero que pasó un día por la región; y tras unos cuantos piropos, cediste a la tentación......

-Concepción: ¡ESO NO ES CIERTO!

-Don Edgardo: Es tan cierto, como el mar de lágrimas que nuestra madre lloró a causa de la noticia que su hija de trece años había perdido la honra.  Lamentablemente ella pecaba de hipócrita y luego calló lo que pasó, con todo y el hecho que te fuiste a buscar a ese fulano.  Como regresaste con el rabo entre las piernas, sin hallar a ese hombre; te convertiste en la amargada que eres hoy día.

-Concepción: ¡Yo no soy una amargada, lo que pasa es que tengo los ojos bien abiertos y el olfato muy desarrollado para detectar a una zorra a millas de distancia!  ¡Así como te decía que Marta era una cualquiera, así te anuncio que tu hija Laura es peor!

-Don Edgardo: ¡Te dije que a mi hija la respetas, caramba!  Lo que eres, es una mujer llena de traumas, de malos pensamientos, no sabes llevarte bien con nadie.  ¡Hasta te botaron del convento donde ingresaste!

-Concepción: ¡Eso no fue así, yo me fui de ahí porque esa orden religiosa no tenía una verdadera vocación de servicio!

-Don Edgardo: A otro tonto con ese cuento, yo me acuerdo cuando decidiste entrar al convento, mi madre estaba feliz que lo hicieras para tapar tu falta; pero a los dos meses, la misma madre superiora te trajo de vuelta a la casa por insoportable.  Y encima, le dijo a mi mamá que en sus años de servicio, nunca había conocido a alguien tan mal pensada, chismosa, cizañosa, intrigosa y envidiosa como tú. ¡Por Dios, la pobre monja sugirió que el único remedio que podías tener era un exorcismo!

-Concepción: Esa madre superiora no era tan aplicada en sus votos como decía ser......

-Don Edgardo: Escúchate por un segundo, Concepción, siempre tienes algo malo que decir de alguien, hasta de esas pobres monjitas.   Inventabas que las novicias no rezaban el rosario completo, que las monjas se comían el pan por las noches, que la madre superiora se demoraba mucho en el confesionario con el cura; ¡siempre piensas mal de todo el mundo!

 

Melissa G. 

(#SigueLeyendoNovelaTCE).

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