El inicio de la Historia: Búsqueda.

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Una foto y un escándalo que evitar; lo demás no es tan simple a la vista.

jueves, 27 de noviembre de 2014

#HistoriasCortasTCE No. 10: La Cava de Don Nicanor.


#HistoriasCortasTCE No. 10:  La Cava de Don Nicanor.

    Esta décima historia, comienza a trazar los pasos hacia el inicio de la trama de la #novelaTCE; la misma nos ubica en el pasado de la historia proyectando su presente y futuro.  Puedes conocer más sobre los personajes de esta novela, recorriendo las demás historias cortas, desde la #HistoriasCortasNo. 1, hasta la No. 9.

Zona esmeraldífera, 30 años atrás.......


   Don Nicanor sale de la recámara dedicada a la memoria de su esposa Matilde en su hacienda en la zona esmeraldífera colombiana.  Camina por los corredores de la propiedad, con su acostumbrado paso marcado a un ritmo casi perfecto.  Al final de un pasillo se encontraba un ventanal, por el que se asoma para ver lo que sucedía en el jardín.  Una sonrisa se dibuja en su rostro al ver a un niño de unos diez años, de cabellos claros, corretear por las inmediaciones.  Casi igual de rápido como Don Nicanor sonrió, su expresión cambió a desagrado y su profunda mirada reflejaba su enojo ante lo que veía: El pequeño niño que observaba por la ventana era apañado por los brazos de un hombre joven, de cabello también claro y profundos ojos celestes.  Don Nicanor tomó aire profundamente, como tratando de dejar escapar su ira, para luego decir en voz audible: -Lo importante es que mi nieto César es igualito a mí.  Tras esas palabras, Nicanor prosiguió su camino hasta llegar a una puerta que daba paso un lugar muy particular en la hacienda: La cava de Don Nicanor.

    El frío en el interior del recinto encrudecía mucho más el clima montañoso de la región de las esmeraldas, pero Nicanor ya estaba acostumbrado a pasar tiempo en su cava.  Su colección de vinos era impresionante, convirtiéndose en una verdadera bitácora de recorridos, viajes, visitas y recuerdos que tuvieron lugar tanto localmente, como en diferentes partes del mundo.  Nicanor se pasea por los grupos de vinos que estaban colocados a ambos lados y comienza a seleccionar botellas, que le traían recuerdos de varios episodios de su vida.  

   El primer vino seleccionado lo lleva al instante más feliz de su existencia, pero con nostalgia se permite mencionarlo en voz alta.-Este vino fue un obsequio de bodas para Matilde y para mí.  Era tan selecto, que esperábamos la ocasión perfecta para abrirlo, pero nunca nos decidimos, ni para cuando nuestras dos hijas nacieron y luego fue demasiado tarde. Nicanor coloca el vino en su lugar y va en busca de otra botella, de profundo color verde y elegante etiqueta.  Al verlo, él dice: -Este vino me lo regalaron para celebrar el nacimiento de mi hija Dalia y antes me habían regalado otro igual para cuando nació Nidia, pero ése me lo terminé de tomar en una sola noche, cuando me enteré que ella se había embarazado del minero Fabriciano Rosales. Nicanor guarda la botella, como guardaba ese amargo episodio que hasta la fecha, todavía lo descomponía.

    Dando unos cuantos pasos más, en lo alto de la colección, Nicanor toma otra botella y al sacarla, una sonrisa se dibuja en su rostro y sus ojos recuperan el brillo que rara vez tenían.  Se trataba de un vino cuya botella y etiqueta intentaba reproducir el esplendor de una profunda esmeralda verde azulada, las preferidas de Don Nicanor.  Caminando con la botella en sus manos, Nicanor se permite declarar audiblemente: -¡Pero tenía razón Doña Pedra y hasta la propia Simona!.....Siempre, hay una esperanza, pequeñita como una esmeralda, pero que con el tiempo, cobra mayor valor, como un buen vino.  Si me tomé en una borrachera el vino en honor al nacimiento de Nidia el día que me enteré de su embarazo de Fabriciano; el día que tuve a César en mis brazos y anuncié que él era mi nieto, me regalaron este otro vino, que me supo a felicidad.  Todavía lo tengo y espero compartir una copa con mi nieto, cuando él sea un hombre, que me llene de orgullo por sus logros. 

    Nicanor todavía con una sonrisa en sus labios, guarda la botella de vino que esperaba volver a tomar en el futuro.  Prosigue su recorrido y rozando botellas con la punta de sus dedos, él expresa su sentir, el que guardaba en el interior de su ser y que implicaba la parte más vulnerable que tenía su férrea personalidad: Su soledad. –Y me quedan tantos vinos todavía por probar y no sé si lo haga algún día en compañía de alguien o seguiré en mi soledad......pero tengo a mi nieto César, también a Ernesto, pero a él lo estoy viendo un niño difícil que quizás se convierta en un hombre complicado.....¿Podré algún día sentarme a tomar una copa con Ernesto, de hombre a hombre, como pienso hacerlo con César? ¿Podrá Ernesto ser un hombre sincero, cabal, con dignidad?.......

    Esas palabras en la mente de Nicanor, hizo que rápidamente se pusiera en acción.  Saca una botella de vino entre tantas que tenía, mueve con fuerza un pedazo de la colección, se agacha en el piso y en cuestión de unos segundos, ante sí tiene una caja de seguridad, cuya llave cargaba consigo.  Era como si hubiera practicado dicha rutina muchas veces, para no tomar tiempo dentro de la cava, levantando sospechas de cualquiera.  Es que Don Nicanor estaba viendo que su legado, era toda una tentación.  De pronto, segundos después de haber sacado el contenido de la caja de seguridad, alguien llama a la puerta.  Nicanor, con su fuerte tono de voz, dice:  ¡QUIÉN ES!......



Continúa en la próxima #HistoriasCortasTCE No.11.......

Melissa G.

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