Esta historia corta, nos ayuda a
introducirnos mucho más en la realidad que viven los protagonistas de la
#novelaTCE: Laura y César, antes de conocerse.
Puedes seguir recorriendo la trama a través de la anterior #HistoriasCortasTCENo. 6 y el especial Extracto No. 1.
También en la #HistoriasCortasTCE No. 2, puedes leer un poco más sobre
César.
#HistoriasCortasTCE
No. 7: ¡Ámame, Laura!
Más buscado que una esmeralda, es el amor. Para César, la búsqueda ha sido larga y hasta
contradictoria. A la altura de estas
líneas, ya se ha podido conocer un poco sobre él, podrás encontrar sobre la
polémica de su vida, en #HistoriasCortasTCE No. 2: “La foto casi perfecta de
César y Mercedes”. Más allá de su dilema, el dilema de un hombre atrapado en
una realidad que le incomoda, la verdadera incógnita es cómo enfrentará la
situación y cómo enfrentará su problema.
César es un hombre que está deseoso de amar, pero su encuentro con el
destino lo llevará a confrontarse consigo mismo y entonces descubrirá qué tanto
entiende él sobre el verdadero amor.
Mientras tanto, les comparto un poco sobre su situación actual y dónde
ésta lo llevará:
Son las siete de la mañana y
César se levanta de su cama, sin desperdiciar ningún segundo más de su vida a
lado de Mercedes, su pareja actual. La
noche anterior él había discutido nuevamente con ella, sin poder decirle claro
que la relación que sostenían, no iba para ninguna parte, o por lo menos, no
iba para ningún buen destino. Entre
gritos y reclamos, jamás ellos dos podían terminar sincerándose. César ya no sabía ni qué le pasaba, él antes
con facilidad podía expresar lo que sentía y ahora una extraña mezcla de
sentimientos lo enmudecía. Tras
alistarse rápidamente en su apartamento, él se retira sin despedirse de
Mercedes, rumbo a su oficina como empresario de las esmeraldas. Se iba tal cual como se sentía: Solo y vacío.
Al volante en su auto, desconocía lo que
pasaba muy distante de él, pero que muy bien podía llenar su sentido de fracaso
personal. Escondida como una hermosa
piedra de intenso color verde en las entrañas de la tierra, estaba Laura. Ella iba rumbo a su difícil trabajo en el
canal 52, esa mañana le tocó irse en transporte público porque su sacrificado
novio Daniel no pudo pasarla a recoger para hacerle el favor de llevarla hasta
las instalaciones de la televisora donde laboraba.
César llega a su empresa donde es
saludado por los empleados que se encuentra en su camino, ninguno de ellos
puede ayudarle, a él le toca sonreír amablemente, sin dejar de demostrar
seguridad. Al fin y al cabo es el jefe
del cual depende una larga cadena de empleados, sólo uno de ellos se le acerca
para preguntarle si se encontraba bien.
Se trataba de su amiga y encargada de relaciones públicas Amanda
Salvatierra. Amanda había notado en los
ojos verdes de su amigo y superior un tristeza que no iba de la mano con la tal
anunciada próxima boda del año entre él y la afamada ex reina de belleza
Mercedes De las Casas. -¿Qué te sucede,
César?, Amanda dice. Él responde: -Nada,
estoy bien....me desvelé un par de horas, dormí poco, pero es que tuve mucha
actividad durante el fin de semana; tú sabes, los compromisos previos a la
boda. Ante tal respuesta, Amanda guarda
silencio, para luego agregar: -Debes
tomar las cosas con calma, no puedes estar a días de casarte y estar agotado;
¿puedo ayudarte en algo? César sólo opta
por concluir la conversación, diciendo:
-No, tranquila, me encuentro bien, cualquier cosa que necesite, yo te
aviso. Respetuosamente, Amanda, añade:
-Está bien, estoy a la orden, amigo.
César sólo sonríe y camina hacia su oficina donde le esperaba un sin fin
de compromisos con qué olvidar un par de horas lo que le pasaba, pero una
hermosa esmeralda sobre su mesa, dispuesta sobre un delicado estuche de joyería
lo tienta a soñar.
César se sienta en su escritorio,
toma la hermosa esmeralda, finamente tallada, en sus manos y sus deseos
reprimidos comienzan a hacerle confesar su dilema interno: ¿Cómo es que tengo esta hermosa esmeralda y
no tengo una mujer a quien dársela?, -a una mujer que ame de verdad, añade él
mentalmente. César le había ordenado a un experto tallador de piedras de su
empresa, tomar esa esmeralda que había sido traída directamente de la mina La
Próspera, la mina que su familia administraba desde hace años, para que fuera
pulida, de manera que todo su esplendor saliera a relucir. Con esa idea en su mente, César se dice a sí
mismo: ¿Y si yo pudiera mandar a traer a
la mujer de mis sueños ante mi presencia? ¿Si yo pudiese dar la orden que esa
mujer apareciera ante mí? ¿Cómo sería ella?
César había tenido muchas mujeres hermosas en su vida, así que un rasgo
físico en particular no es lo que tenía en mente. Él se decía: -Esa mujer tiene que ser
especial, me la imagino hermosa, pero la imagino con algo más.....¡ya sé, con
profundidad!, como una exquisita esmeralda de un profundo color verde azulado.
Mientras César se imaginaba esa idea, Laura hablaba con ahínco y tesón en la
reunión semanal de periodistas en el canal 52.
A ella le tocó defender su idea contra la odiosa directora del noticiero
y sus palabras callaron cada una de sus sandeces. Si César pudiese oírla, se diera cuenta que
Laura tenía esa profundidad que buscaba.
César había dejado a un lado sus
quehaceres, para seguir con sus sueños.
Ya sabía que la mujer que buscaba, tenía que tener profundidad; ¿pero
qué más debía tener? El color, el color
era otro factor vital a la hora de valorar una esmeralda. Bueno, él jamás había sido racista o algo que
se le pareciera y las mujeres que habían pasado por su vida, hacían gala de una
amplia gama de hermosos tonos de piel.
Mercedes era una perfecta belleza europea y claro está, se encontraba
Cindy, una atractiva mujer de piel bronceada.
Quizás la tentadora piel bronceada de Cindy era la clave para determinar
que ella era la mujer indicada, qué color más hermoso representaba ella; pero
no, César recordó quién en verdad era esa mujer. ¿Entonces, qué color tenía que tener la mujer
de sus sueños?
César se dio cuenta que esto iba más allá de lo físico y optó
por determinar que la mujer que buscaba debía dejar un rastro de un color
esperanzador, como el color de las esmeraldas.
Donde viera a esa mujer, su sonrisa tendría que iluminar su camino y
cuando la escuchara, su voz debía llenar su corazón de emoción, pero también de
verdad. Esa mujer tenía que tener
verdad, ¡como pasa con una verdadera esmeralda que sólo su color tan particular
la revela como original, no sintética! César no podía verla, ni escucharla,
pero Laura se sinceraba con sus amigas mientras laboraba en el canal 52 y entre
confesiones y consejos, demostraba que era una mujer de palabras con franqueza.
Ya César tenía más claro el perfil
de la mujer de sus sueños. Debía ser una
mujer con profundidad y con verdad. ¿Qué
más añadirle? Pues, el tamaño y la forma eran otros elementos de consideración
en la estima de una esmeralda. Él ya se
había dado cuenta que no podía aplicar lo físico en su búsqueda, el tamaño y la
forma de su mujer ideal iba más allá de una estatura de modelo o de una forma
femenina de tentadoras curvas. El tamaño
y la forma tenía que ser algo más, pero qué.
¿Dinero, conocimiento, posición social, ingenio, pasión? Rápidamente
César se contestó esa pregunta: ¡De qué serviría todo eso, si esta mujer no
tuviera valentía, humildad, decencia, responsabilidad, amor, entre otras cosas!
¡Esta mujer debe tener valores, muchos valores, de gran tamaño y forma!
César guardó silencio por algunos momentos y
se dio cuenta de una difícil realidad.
Recordó que para que una esmeralda se formara en la tierra y tuviera una
forma y un tamaño particular, tenía que pasar por un largo proceso de creación
geológica, que incluía no solo tiempo, sino también muchas otras cosas que si
fueran aplicables a la vida humana, no serían nada fácil de atravesarlas. Nada más de imaginarse a una mujer encerrada
en una mina, esperando a ser descubierta, como una esmeralda aguardando salir a
la luz, no pudo sentir otra cosa que estremecimiento. ¿Podría ser posible que la mujer de sus
sueños tuviera una vida difícil? César no se equivocaba en su análisis, a Laura
le acababan de dar su cheque quincenal y descubrió que su pequeño sueldo había
sido lesionado nuevamente por las deudas de su padre.
César se dijo a sí mismo que de
ser así, de encontrar a la mujer de sus sueños, le daría todo lo que él tenía,
¡todas las esmeraldas que pudiese, las más hermosas joyas, la casa más bella,
la vida más lujosa! César ya tenía el perfil de la mujer que buscaba, pero él
carecía de lo más elemental: La libertad.
Entonces, ¿cómo recuperarla? No se había dado cuenta, pero la respuesta
se basaba en las mismas cualidades que él había desglosado para la mujer que
buscaba: Profundidad, verdad, valores de gran tamaño y forma.
Una llamada importante de negocios lo
desconecta de sus sueños y lo lleva de regreso a la realidad. Laura, por su parte, continuaba en su lucha
por sobrevivir. El presente actual de ambos
los preparaba para el momento venidero: El momento de encontrarse, el momento
de amarse. Por ahora, dentro del corazón
de César, sólo hay un deseo que exclama a toda voz: ¡Ámame, Laura, ámame!
Al igual que César, podemos tener
el deseo intenso de amar y ser amado, pero el sentido del amor es algo que
también podemos estar tratando de entender y puede ser que vaya un poco más
allá de nosotros mismos y no sólo se limite a expresarse de una forma que llene
nuestros vacíos. Quizás, pensando un
poco sobre lo que al otro le falta, bien pudiese conducir nuestros pasos hacia
el verdadero amor y por ende, al fin último de éste: La felicidad.
Puedes conocer más sobre Laura y
su mundo en las anteriores #HistoriasCortasTCE No. 1 e #HistoriasCortasTCE No. 6
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