El inicio de la Historia: Búsqueda.

El inicio de la Historia: Búsqueda.
Una foto y un escándalo que evitar; lo demás no es tan simple a la vista.

miércoles, 5 de noviembre de 2014

#HistoriasCortasTCE No. 7: ¡Ámame, Laura!



    Esta historia corta, nos ayuda a introducirnos mucho más en la realidad que viven los protagonistas de la #novelaTCE: Laura y César, antes de conocerse.  Puedes seguir recorriendo la trama a través de la anterior #HistoriasCortasTCENo. 6 y el especial Extracto No. 1.  También en la #HistoriasCortasTCE No. 2, puedes leer un poco más sobre César. 

#HistoriasCortasTCE No. 7: ¡Ámame, Laura!

    Más buscado que una esmeralda, es el amor.  Para César, la búsqueda ha sido larga y hasta contradictoria.   A la altura de estas líneas, ya se ha podido conocer un poco sobre él, podrás encontrar sobre la polémica de su vida, en #HistoriasCortasTCE No. 2: “La foto casi perfecta de César y Mercedes”. Más allá de su dilema, el dilema de un hombre atrapado en una realidad que le incomoda, la verdadera incógnita es cómo enfrentará la situación y cómo enfrentará su problema.  César es un hombre que está deseoso de amar, pero su encuentro con el destino lo llevará a confrontarse consigo mismo y entonces descubrirá qué tanto entiende él sobre el verdadero amor.  Mientras tanto, les comparto un poco sobre su situación actual y dónde ésta lo llevará:


    Son las siete de la mañana y César se levanta de su cama, sin desperdiciar ningún segundo más de su vida a lado de Mercedes, su pareja actual.  La noche anterior él había discutido nuevamente con ella, sin poder decirle claro que la relación que sostenían, no iba para ninguna parte, o por lo menos, no iba para ningún buen destino.  Entre gritos y reclamos, jamás ellos dos podían terminar sincerándose.  César ya no sabía ni qué le pasaba, él antes con facilidad podía expresar lo que sentía y ahora una extraña mezcla de sentimientos lo enmudecía.  Tras alistarse rápidamente en su apartamento, él se retira sin despedirse de Mercedes, rumbo a su oficina como empresario de las esmeraldas.  Se iba tal cual como se sentía:  Solo y vacío.


     Al volante en su auto, desconocía lo que pasaba muy distante de él, pero que muy bien podía llenar su sentido de fracaso personal.  Escondida como una hermosa piedra de intenso color verde en las entrañas de la tierra, estaba Laura.  Ella iba rumbo a su difícil trabajo en el canal 52, esa mañana le tocó irse en transporte público porque su sacrificado novio Daniel no pudo pasarla a recoger para hacerle el favor de llevarla hasta las instalaciones de la televisora donde laboraba. 


   César llega a su empresa donde es saludado por los empleados que se encuentra en su camino, ninguno de ellos puede ayudarle, a él le toca sonreír amablemente, sin dejar de demostrar seguridad.  Al fin y al cabo es el jefe del cual depende una larga cadena de empleados, sólo uno de ellos se le acerca para preguntarle si se encontraba bien.  Se trataba de su amiga y encargada de relaciones públicas Amanda Salvatierra.  Amanda había notado en los ojos verdes de su amigo y superior un tristeza que no iba de la mano con la tal anunciada próxima boda del año entre él y la afamada ex reina de belleza Mercedes De las Casas.  -¿Qué te sucede, César?, Amanda dice.  Él responde: -Nada, estoy bien....me desvelé un par de horas, dormí poco, pero es que tuve mucha actividad durante el fin de semana; tú sabes, los compromisos previos a la boda.  Ante tal respuesta, Amanda guarda silencio, para luego agregar:  -Debes tomar las cosas con calma, no puedes estar a días de casarte y estar agotado; ¿puedo ayudarte en algo?  César sólo opta por concluir la conversación, diciendo:  -No, tranquila, me encuentro bien, cualquier cosa que necesite, yo te aviso.  Respetuosamente, Amanda, añade: -Está bien, estoy a la orden, amigo.  César sólo sonríe y camina hacia su oficina donde le esperaba un sin fin de compromisos con qué olvidar un par de horas lo que le pasaba, pero una hermosa esmeralda sobre su mesa, dispuesta sobre un delicado estuche de joyería lo tienta a soñar.


   César se sienta en su escritorio, toma la hermosa esmeralda, finamente tallada, en sus manos y sus deseos reprimidos comienzan a hacerle confesar su dilema interno:  ¿Cómo es que tengo esta hermosa esmeralda y no tengo una mujer a quien dársela?, -a una mujer que ame de verdad, añade él mentalmente. César le había ordenado a un experto tallador de piedras de su empresa, tomar esa esmeralda que había sido traída directamente de la mina La Próspera, la mina que su familia administraba desde hace años, para que fuera pulida, de manera que todo su esplendor saliera a relucir.  Con esa idea en su mente, César se dice a sí mismo:  ¿Y si yo pudiera mandar a traer a la mujer de mis sueños ante mi presencia? ¿Si yo pudiese dar la orden que esa mujer apareciera ante mí? ¿Cómo sería ella?  César había tenido muchas mujeres hermosas en su vida, así que un rasgo físico en particular no es lo que tenía en mente.  Él se decía: -Esa mujer tiene que ser especial, me la imagino hermosa, pero la imagino con algo más.....¡ya sé, con profundidad!, como una exquisita esmeralda de un profundo color verde azulado. Mientras César se imaginaba esa idea, Laura hablaba con ahínco y tesón en la reunión semanal de periodistas en el canal 52.  A ella le tocó defender su idea contra la odiosa directora del noticiero y sus palabras callaron cada una de sus sandeces.  Si César pudiese oírla, se diera cuenta que Laura tenía esa profundidad que buscaba.
    César había dejado a un lado sus quehaceres, para seguir con sus sueños.  Ya sabía que la mujer que buscaba, tenía que tener profundidad; ¿pero qué más debía tener?  El color, el color era otro factor vital a la hora de valorar una esmeralda.  Bueno, él jamás había sido racista o algo que se le pareciera y las mujeres que habían pasado por su vida, hacían gala de una amplia gama de hermosos tonos de piel.  Mercedes era una perfecta belleza europea y claro está, se encontraba Cindy, una atractiva mujer de piel bronceada.  Quizás la tentadora piel bronceada de Cindy era la clave para determinar que ella era la mujer indicada, qué color más hermoso representaba ella; pero no, César recordó quién en verdad era esa mujer.  ¿Entonces, qué color tenía que tener la mujer de sus sueños? 

César se dio cuenta que esto iba más allá de lo físico y optó por determinar que la mujer que buscaba debía dejar un rastro de un color esperanzador, como el color de las esmeraldas.  Donde viera a esa mujer, su sonrisa tendría que iluminar su camino y cuando la escuchara, su voz debía llenar su corazón de emoción, pero también de verdad.  Esa mujer tenía que tener verdad, ¡como pasa con una verdadera esmeralda que sólo su color tan particular la revela como original, no sintética! César no podía verla, ni escucharla, pero Laura se sinceraba con sus amigas mientras laboraba en el canal 52 y entre confesiones y consejos, demostraba que era una mujer de palabras con franqueza.
   Ya César tenía más claro el perfil de la mujer de sus sueños.  Debía ser una mujer con profundidad y con verdad.  ¿Qué más añadirle? Pues, el tamaño y la forma eran otros elementos de consideración en la estima de una esmeralda.  Él ya se había dado cuenta que no podía aplicar lo físico en su búsqueda, el tamaño y la forma de su mujer ideal iba más allá de una estatura de modelo o de una forma femenina de tentadoras curvas.  El tamaño y la forma tenía que ser algo más, pero qué.  ¿Dinero, conocimiento, posición social, ingenio, pasión? Rápidamente César se contestó esa pregunta: ¡De qué serviría todo eso, si esta mujer no tuviera valentía, humildad, decencia, responsabilidad, amor, entre otras cosas! ¡Esta mujer debe tener valores, muchos valores, de gran tamaño y forma!  

César guardó silencio por algunos momentos y se dio cuenta de una difícil realidad.  Recordó que para que una esmeralda se formara en la tierra y tuviera una forma y un tamaño particular, tenía que pasar por un largo proceso de creación geológica, que incluía no solo tiempo, sino también muchas otras cosas que si fueran aplicables a la vida humana, no serían nada fácil de atravesarlas.  Nada más de imaginarse a una mujer encerrada en una mina, esperando a ser descubierta, como una esmeralda aguardando salir a la luz, no pudo sentir otra cosa que estremecimiento.  ¿Podría ser posible que la mujer de sus sueños tuviera una vida difícil? César no se equivocaba en su análisis, a Laura le acababan de dar su cheque quincenal y descubrió que su pequeño sueldo había sido lesionado nuevamente por las deudas de su padre.


    César se dijo a sí mismo que de ser así, de encontrar a la mujer de sus sueños, le daría todo lo que él tenía, ¡todas las esmeraldas que pudiese, las más hermosas joyas, la casa más bella, la vida más lujosa! César ya tenía el perfil de la mujer que buscaba, pero él carecía de lo más elemental: La libertad.  Entonces, ¿cómo recuperarla? No se había dado cuenta, pero la respuesta se basaba en las mismas cualidades que él había desglosado para la mujer que buscaba: Profundidad, verdad, valores de gran tamaño y forma. 


    Una llamada importante de negocios lo desconecta de sus sueños y lo lleva de regreso a la realidad.  Laura, por su parte, continuaba en su lucha por sobrevivir.  El presente actual de ambos los preparaba para el momento venidero: El momento de encontrarse, el momento de amarse.  Por ahora, dentro del corazón de César, sólo hay un deseo que exclama a toda voz:  ¡Ámame, Laura, ámame!
    Al igual que César, podemos tener el deseo intenso de amar y ser amado, pero el sentido del amor es algo que también podemos estar tratando de entender y puede ser que vaya un poco más allá de nosotros mismos y no sólo se limite a expresarse de una forma que llene nuestros vacíos.  Quizás, pensando un poco sobre lo que al otro le falta, bien pudiese conducir nuestros pasos hacia el verdadero amor y por ende, al fin último de éste: La felicidad.

Melissa G.

Continúa con la siguiente #HistoriasCortasTCE No.8.....


   Puedes conocer más sobre Laura y su mundo en las anteriores #HistoriasCortasTCE No. 1 e #HistoriasCortasTCE No. 6


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