Esta historia corta nos sigue
resumiendo la relación entre varios personajes de la trama y el mundo de las
esmeraldas en la #novelaTCE. Puedes leer
la anterior #HistoriasCortasTCE No. 8 para conocer más sobre los protagonistas
Laura y César y de ahí recorrer las otras historias para saber más del mundo de
#novelaTCE.
#HistoriasCortasTCE No. 9: “Desear una Esmeralda”.
Una esmeralda es un objeto innegablemente
deseable. Su atractivo color verde que
puede venir en diferentes variantes, desde los profundos verdes azulados a los
verdes con notas de color limón, roban las miradas de cualquiera. El brillo,
tamaño y valor monetario completan la identidad de una esmeralda, catalogándola
como absolutamente tentadora. Más allá
de lo evidente, lo que escribe una historia tras una esmeralda es la manera en
que la misma llega a las manos de cualquiera.
Pueden darse muchas formas, pero ambas oscilarán entre los dos caminos
posibles que cualquiera puede tomar: Lo
correcto o lo incorrecto.
Don Fabriciano Rosales siempre optó por la vía expedita para
conseguir sus más preciadas esmeraldas: Las mujeres. Sus profundos ojos celestes tenían la
capacidad de escoger la belleza femenina en su máxima expresión, sin importar
de dónde viniesen. Fuera una fresca
belleza de campo, una bonita muchacha que perteneciera a humildes estratos o
una estilizada dama de hermosura impecable, Fabriciano tenía la capacidad de
hacer que todas terminaran en sus manos.
Él ha oscilado en su vida por distintos mundos, todos peligrosos, como
un buen minero que ha buscado esmeraldas tanto en las profundidades de un túnel,
como a la orilla de un río. El problema
con él ha sido el valor que le ha dado a esas mujeres; Fabriciano las ha
deseado para el placer, como quien colecciona esmeraldas por tenerlas, sin
profundizar en su valor o en las lecciones que diminutas piedras verdes nacidas
en las entrañas de la tierra, pueden dar.
El resultado para Fabriciano ha sido sencillo: Vacío.
¿Para qué desear una esmeralda si sólo para que exista vacío?
Hay quienes creen merecer una esmeralda y ése es el caso de Mercedes. Nacida en medio de una pudiente familia, llevando
a cuestas no sólo apellidos importantes, sino también una cuantiosa fortuna,
Mercedes nunca le ha parecido algo extraño que alguien le regale una esmeralda,
simplemente por ser ella una “De las Casas”.
Al convertirse en una popular reina de belleza en su país, conquistando
así a la nación entera, para Mercedes se convirtió en tema de todos los días el
asunto aquel de las piedras preciosas.
La amistad de su familia con los Rosales De la Vega, familia que generacionalmente
se ha dedicado a las esmeraldas, tampoco hizo que ella se sorprendiera que
nuevamente, los tesoros y las gemas se acercaran a ella; pero cuando la mayor
esmeralda de los Rosales De la Vega se acercó a Mercedes, ella simplemente se
dijo: ¿Por qué no tenerla?
Aquella esmeralda no era una piedra, sino el prometedor heredero César
Iván Rosales De La Vega. Que lo apodaran
el “zar legal de las esmeraldas” no pareció sorprenderle a Mercedes. Tal pareciera que un reconocimiento a la
labor y distinción profesional de César no era un asunto tan importante, como
el que ella estuviera a su lado. En su
mentalidad tan personalista, César era apodado más un “zar”, por ella, que por
otra razón, puesto que en su lógica, ella era un “reina”, así que él debía ser
un “rey” y por ende, ella era la única para ocupar el papel de “zarina de las
esmeraldas”. Ante tales conclusiones,
Mercedes decidió que César tenía que ser para ella, simplemente por ser ella
quien era. Sin importar que él estuviera
lleno de cualidades, Mercedes entró en su vida, para no hacer otra cosa después
que dominarlo. No hay algo más triste
que tener una esmeralda, por tenerla, por decir que es mía, pudiendo ésta
servir para tanto. ¿Para qué tener entonces
una esmeralda por capricho?
Hay otro caso donde poseer una esmeralda, lo es todo, donde no hay algo
más grande en la vida que tener algo valioso en las propias manos. Eso fue lo que le pasó a Daniel cuando conoció a
Laura, una mujer tanto inteligente, como de buenos sentimientos, sumado a su
atractivo físico; una sutil tentación para un hombre romántico como él. Desde el primer momento en que la conoció, su
mundo giró alrededor de ella, o por lo menos eso fue lo que él pensó. Daniel estaba claro que con Laura, se casaría
algún día, sólo era cuestión de esperar a que las cosas estuvieran mejor en el
plano monetario, pero mientras tanto, estar cerca de su amada lo era todo. Daniel sólo olvidó el detalle de preguntarse
si Laura estaba cómoda con la situación, lo que sería equivalente a tener una
esmeralda, sin saber exactamente cómo cuidarla.
¿Para qué idolatrar a una esmeralda, sin entender que con tenerlas en
las manos, no es suficiente?
Existen casos más complicados, como el de aquellos que han tenido una
preciosa piedra de color verde, pero la han perdido. Eso mismo le sucedió a Don Nicanor y a Arístides,
abuelo y amigo de César, respectivamente.
Ambos hombres conocieron la viudez desde muy jóvenes, apegándose al
recuerdo, convirtiéndose lo valioso que un día tuvieron, en una barrera para no
seguir adelante. Nunca ninguno de los
dos se conformó con la soledad; sin embargo, el sentido de pérdida no los
dejaba salir de su tristeza. Doña
Simona, la ama de llaves de la hacienda de los Rosales De la Vega, también
enviudó, pero hizo a un lado el dolor, por todo lo que vivió y lo que le
quedaba por hacer; en cambio, Nicanor y Arístides quedaron incompletos. Eso sería como haber tenido una esmeralda y
no atreverse a buscar otra después. ¿Acaso
no existen las esmeraldas para desear lograr una mejor vida? Hasta los mineros,
conocen esta verdad, que un par de millonarios como Arístides y Nicanor
tuvieron que entender.
Y hay casos donde una esmeralda, necesita de otra, como dos piedras que
necesitan juntarse para conformar después un hermoso par de zarcillos. Ése es el caso de Laura y César, cuyas
insatisfacciones personales inmediatas, no les permiten ver que existe una
esperanza, una opción de vida. De tanta
inconformidad, se puede producir muchas reacciones, desde no saber manejar lo
que se presenta, hasta perder una oportunidad. Eso sería algo así
como encontrarse con una esmeralda y no saber manejarla,
para retenerla . ¿Para qué desear una esmeralda, si no es para otra
cosa que para quedarse siempre con ella y ser feliz todo el tiempo a su
lado? ¿Para qué desear la parte que nos hace falta, sin entenderse también uno
mismo? La fórmula tampoco es tan sencilla, porque siempre hay quienes se
oponen, pero el valor de una esmeralda hace necesario que se haga todo lo
posible, para no sólo encontrarla, sino también para que quede en las mejores
manos. Nuevamente, la salida a tantos dilemas es semejante a caminar por una
mina en busca del escape al exterior. El recorrido no es sencillo, pero las
decisiones más sabias son las que harán la diferencia.
Todos estamos llenos de deseos que se traducen en sueños. Una buena manera para hacerlos realidad y
duraderos, es replicar lo que hace un comprador cuando va en busca de una
hermosa esmeralda. Mucha investigación,
planificación y lo más importante: Un claro entendimiento de para qué se quiere
esa piedra preciosa. Hay que saber para qué se desea una esmeralda y la mejor razón,
es la felicidad.
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