#HistoriasCortasTCE No. 19: “My Name is Carmelo Rosales-Parte 2”.
Temporada de Invierno. Miami Beach, Florida.
Carmelo no salía de su asombro y
sus ojos delataban que había visto a una sirena que lo tentaba completamente a
seguirla con su mirada. No se trataba de
un mítico personaje, sino de una dama en bikini que pasaba caminando en
dirección hacia él. Con molestia, la
mujer recibió los piropos del tío de César: Carmelo, a los cuales él les había
añadido su usual picardía y jocosidad, teniendo su bebida tropical en su mano .-Hola,
bella sirena, aquí está tu marinero……bueno, la verdad es que fui minero, no
marinero, pero de todas formas me encanta cuando el mar trae muchachitas tan
lindas como tú, para mí, ja, ja, ja,……..No las tengo que ni ir a buscar como
cuando buscaba esmeraldas en una mina, el mar me las trae facilito y hasta
gratis!
Para nada le había resultado graciosa la galantería, a la mujer en
bikini por la playa de Miami Beach. Una
mueca en su rostro expresando incomodidad y hasta desprecio, fue la única
respuesta que Carmelo recibió, pero eso a él no le pareció importarle. La
infinidad de mujeres bellas y jóvenes ataviadas con vestidos de baño, todo un
panorama distinto al que él tenía en Boston junto a su norteamericana esposa,
lo envolvía en la total tentación de olvidar quién era él y el papel que debía
ocupar como un hombre maduro y casado.
Carmelo era un Rosales más en
este mundo, pícaro, relajado e informal.
Se diferenciaba de su hermano Fabriciano en dos cosas
fundamentales. La primera de ellas era
el manejo del poder. Carmelo no era un
importante industrial de las esmeraldas a pesar de haber sido minero y de haber
podido aprovechar el avance económico y social de su hermano. Él optó por una vida cómoda, pero sin
complicaciones y presiones. Para ello,
las acciones en la empresa Gemas Generación Rosales, S.A. y la fortuna de su
suegro, el viejo senador McDowell, eran suficientes para lograr ese
objetivo. La otra diferencia radicaba en
lo físico. Fabriciano era de tez clara y
ojos celestes, mientras que Carmelo presentaba rasgos distintos, de piel, ojos
y cabellera más oscura. Esto era
evidencia que sólo compartían el apellido de su madre Dulcidia Rosales, pero
que ambos tenían padres diferentes. El
padre de Carmelo no se trató de un gringo que pasó por la región de las
esmeraldas; en su caso su progenitor se trataba de un hombre de la localidad
minera de nombre Custodio y famoso por su mal y violento carácter.
Carmelo más relajado se acerca a
la barra de un bar abierto en la playa de Miami y decide tomar su celular: -¡César, sobrino, te habla tu tío Carmelo,
cómo te va, m’hijo! Yo aquí
bronceándome, ¡sin pensarlo me fui para Miami, dejé Boston y me largué para
acá! Que bonito está esto por acá, me estoy preparando para volver al sabor
latino de mi patria, ja, ja, ja,...Oye, sobrino, te llamaba para que me ayudes
con la gringa Dorotea, se me ocurrió decir lo siguiente: Que tu tía Dalia, la hermana de tu mamá Nidia,
organizó un brindis en honor a tu boda con Merceditas y me avisaron de último
minuto y no tuve más remedio que venirme para acá. Si la gringa te llama, dile que sí hay una
fiesta en casa de Dalia en honor a tu matrimonio. Con eso tengo suficiente, porque yo luego me
arreglo con ella, diciéndole que no la llevé para que no se asoleara, que cada
vez que la pobre se quiere broncear, queda roja como un pescado asándose en
parilla y ella así no puede llegar a la gran boda. ¡Genial mi idea, sobrino, cierto!
Desde Bogotá, César le responde
por el celular a su tío: -Tío, con
mucho gusto le colaboraría, pero hay el pequeño problema que Dorothy se
adelantó y me llamó primero que tú para preguntarme si era cierto lo de la
fiesta en Miami por la boda. Yo no lo
negué, pero tampoco lo afirmé con toda la certeza del mundo, en pocas palabras
dejé abierta la posibilidad. Tendrá que
arreglárselas por su cuenta y tratar de ser convincente. Qué pena con usted......Carmelo le
agradece a su sobrino la ayuda: -César,
sobrino, no se apene, yo le agradezco la
ayuda prestada y la verdad es que eres un hombre serio e inteligente, ¡lo
pícaro y astuto lo heredaste de lo Rosales!, pero hay que reconocer que eres la
viva estampa de tu abuelo Nicanor, no sólo en lo físico, sino también en lo
correcto.
Los ojos verdes de César, el
llamado “zar legal de las esmeraldas”
brillaron ante las palabras de su tío. Él asentó con su cabeza al escuchar el cumplido de Carmelo y su rostro y
gestos eran ver a Nicanor De la Vega nuevamente en pie y más vivo que nunca.
Continuará en la próxima #HistoriasCortasTCE No.20-Parte 1….
Melissa G.
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