#HistoriasCortasTCE No. 12. “Por las
Calles de la Zona Esmeraldífera”.
Viene de la #HistoriasCortasTCE No.
11: “A la mina La Próspera”.
Zona esmeraldífera. 30 años atrás.
Fabriciano había escuchado el
pedido de los mineros ante lo que sucedía en La Próspera. Él ya no era un trabajador más del
yacimiento, era nada menos y nada más que el esposo de la hija del dueño de la
concesión: Don Nicanor De la Vega. Atrás
habían quedado esos días tan difíciles para él.
Fabriciano aunque apenas estaba comenzando a disfrutar las comodidades
de la clase alta, todavía tenía muy bien grabado en su memoria, su difícil
infancia como un niño de la región, lo que incluía desde vivir en condiciones
muy limitadas, hasta la carencia emocional por la ausencia de su padre: Un gringo que un día pasó por la región, sólo
para dejar a su madre embarazada y desaparecer.
El solo hecho de tener que retornar al interior de la mina representaba
para Fabriciano, retroceder a ese pasado que lo había empujado al grado de caer
en tentaciones de peligrosas consecuencias.
Era precisamente esa mezcla de emociones lo que producía que con
frecuencia, Fabriciano recordara su pasado, a modo de prácticamente
paralizarlo, sin escuchar lo que pasaba a su alrededor. La situación era similar a cuando él se veía
así mismo dentro de un túnel de una mina, sucio, sofocado, cansado, desesperado
y comenzaba a sentir lo que los mineros llamaban: Ver todo verde, que no era
otra cosa más que una especie de alucinación donde dentro de un oscuro pasaje
de un yacimiento, se comenzaba a ver todo verde, por las ansias de hallar una
esmeralda.
Nuevamente la confusión
invadió a Fabriciano por varios segundos, al grado de distraerlo totalmente de
lo que le decían a su alrededor; sólo la voz con ímpetu de Eulalio,
dirigiéndose a él con informalidad, pudo sacarlo de sus pensamientos: ¡Fabriciano,
que te estamos hablando! Fabriciano ante esas palabras
reaccionó desorientado: -¿Qué pasó?
Eulalio se disculpa de inmediato y dice: -Disculpe, Don Fabriciano, pero
es que usted no hacía caso, estaba como en otro lado mientras le explicábamos,
pero ya apareció quien se meta en la mina.
¡Quién mejor que el Benito, para enfrentarse a ese túnel de La Própsera! Fabriciano sólo asienta con la cabeza,
mientras dice: -Sí, sí, está
bien.......que vaya Benito, yo me tengo que ir. Como atormentado por los recuerdos, Fabriciano
se aleja de las inmediaciones de la mina y regresa a la cómoda camioneta de la
hacienda La Casona. Rápidamente ingresa
a la misma y le dice al chofer: -¡Llévame
al pueblo y rápido, rápido, sácame de aquí! El chofer acata la orden
inmediatamente y la camioneta abandona las montañas de esmeraldas para ingresar
al pueblo de la región.
La camioneta comenzaba a
recorrer las calles de la comunidad de la zona esmeraldífera. Todo giraba entorno a un ambiente muy rural,
pero que a la vez tenía una calidez que lo hacía especial: Calles algo estrechas, con edificios de uno a
tres pisos, con balcones o ventanas, en su gran mayoría con alguna condición de
desgaste, pero cuyo colorido y sencillez hacían del sitio algo agradable. Era un gran contraste saber que las piedras
preciosas más especiales del mundo: las esmeraldas, se formaban en montañas que
enmarcaban el paisaje de una localidad que económicamente distaba de los lujos,
pero que era grande en trabajo duro y esfuerzo diario. Aunque Fabriciano había llegado a pasar de
los túneles, a las distinciones por ser ahora un hombre importante, todavía
encontraba caminar por el pueblo algo más atractivo, que ir a un aburrido club
donde su esposa Nidia frecuentaba asistir.
Sin dudarlo, Fabriciano le da la orden a su chofer de detenerse, para
volver a caminar como uno más por esas calles. –Déjame aquí, quiero caminar por
el pueblo. El chofer de una vez
estaciona el auto y Fabriciano retorna a la libertad. Aunque con lujosos zapatos, Fabriciano vuelve
a ser por unos instantes un hombre cualquiera del pueblo, pero sin dejar de ser
atractivo, con aquellos cabellos rubios y ojos celestes que denotaban la mezcla
de su origen. A pesar que es saludado a
su paso con respeto y reverencia por ser un “De la Vega” más, Fabriciano
responde con informalidad y atractiva camaradería: -¡Y cómo le ha ido a usted, gusto de verlo,
pásese por la hacienda un día para tomarnos un buen trago!
Lo que más disfrutaba Fabriciano
de su paseo por las calles, era no sólo desprenderse del rigor del protocolo de
la clase alta, sino también disfrutar de la atención de las mujeres locales,
que lo veían ahora más tentador, porque le había sumado a su atractivo, dinero
y poder. Olvidando su condición de
casado con Nidia De la Vega, Fabriciano le daba rienda suelta a la complacencia
de la vista, observando a detalle cada coqueta mujer que de inmediato no sólo
le saludaba, sino que también le sonreía y le manifestaba su interés por él.
-¡Hola, cómo te va.......! A lo que una
directa dama le dice: No también como tú, ¿cuándo salimos de nuevo? Fabriciano
ante la propuesta, se recuesta a la pared de una casa y con aires de
conquistador, responde: -Tú sólo dime,
que me voy contigo. La directa dama a su
vez, dice: -Pues, cuando quieras, si es que tu mujer te deja. Fabriciano ante ese reto, dice con toda la
confianza: -¡Yo voy a donde quiera, no tengo que pedirle permiso a nadie, menos
a Nidia! La dama con la propuesta tentadora, dice sonriendo: -Qué bueno, porque por ahí anda tu mujer; es
más, date la vuelta y mírala en ese lujoso auto, parece que está buscando a
algo o alguien en el pueblo.....Fabriciano se da la vuelta y divisa exactamente
lo que le habían comunicado. Ahí estaba
su esposa Nidia: Una joven mujer de clase alta, con expresión dura y mirada
fija hacia todas parte, en busca de su marido.
Atrás quedaron las firmes palabras
de Fabriciano. Al ver a su esposa Nidia
tras sus pasos, supo que su momentánea libertad podía quedar acortada, por lo
que decide rápidamente correr, sin ni siquiera despedirse de la dama con la que
estaba dispuesto a irse segundos antes.
Fabriciano corría como un delincuente con temor a ser encontrado y
tantas puertas a su alrededor le hacían más confusa la decisión que necesitaba
tomar. -¡A dónde me escondo!, se dijo
así mismo. De pronto, un brazo lo toma
por detrás y lo ingresa a un lugar, mientras le dice: -Te estaba buscando,
entra para que hablemos......
Continúa en la próxima #HistoriasCortasTCE No.13.....
Melissa G.
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