El inicio de la Historia: Búsqueda.

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Una foto y un escándalo que evitar; lo demás no es tan simple a la vista.

jueves, 11 de diciembre de 2014

#HistoriasCortasTCE No. 12. “Por las Calles de la Zona Esmeraldífera”.


#HistoriasCortasTCE No. 12.  “Por las Calles de la Zona Esmeraldífera”.


Zona esmeraldífera. 30 años atrás.

   Fabriciano había escuchado el pedido de los mineros ante lo que sucedía en La Próspera.    Él ya no era un trabajador más del yacimiento, era nada menos y nada más que el esposo de la hija del dueño de la concesión: Don Nicanor De la Vega.  Atrás habían quedado esos días tan difíciles para él.  Fabriciano aunque apenas estaba comenzando a disfrutar las comodidades de la clase alta, todavía tenía muy bien grabado en su memoria, su difícil infancia como un niño de la región, lo que incluía desde vivir en condiciones muy limitadas, hasta la carencia emocional por la ausencia de su padre:  Un gringo que un día pasó por la región, sólo para dejar a su madre embarazada y desaparecer.  El solo hecho de tener que retornar al interior de la mina representaba para Fabriciano, retroceder a ese pasado que lo había empujado al grado de caer en tentaciones de peligrosas consecuencias.  Era precisamente esa mezcla de emociones lo que producía que con frecuencia, Fabriciano recordara su pasado, a modo de prácticamente paralizarlo, sin escuchar lo que pasaba a su alrededor.  La situación era similar a cuando él se veía así mismo dentro de un túnel de una mina, sucio, sofocado, cansado, desesperado y comenzaba a sentir lo que los mineros llamaban: Ver todo verde, que no era otra cosa más que una especie de alucinación donde dentro de un oscuro pasaje de un yacimiento, se comenzaba a ver todo verde, por las ansias de hallar una esmeralda. 


      Nuevamente la confusión invadió a Fabriciano por varios segundos, al grado de distraerlo totalmente de lo que le decían a su alrededor; sólo la voz con ímpetu de Eulalio, dirigiéndose a él con informalidad, pudo sacarlo de sus pensamientos: ¡Fabriciano, que te estamos hablando! Fabriciano ante esas palabras reaccionó desorientado: -¿Qué pasó?  Eulalio se disculpa de inmediato y dice: -Disculpe, Don Fabriciano, pero es que usted no hacía caso, estaba como en otro lado mientras le explicábamos, pero ya apareció quien se meta en la mina.  ¡Quién mejor que el Benito, para enfrentarse a ese túnel de La Própsera!  Fabriciano sólo asienta con la cabeza, mientras dice:  -Sí, sí, está bien.......que vaya Benito, yo me tengo que ir.  Como atormentado por los recuerdos, Fabriciano se aleja de las inmediaciones de la mina y regresa a la cómoda camioneta de la hacienda La Casona.  Rápidamente ingresa a la misma y le dice al chofer:  -¡Llévame al pueblo y rápido, rápido, sácame de aquí! El chofer acata la orden inmediatamente y la camioneta abandona las montañas de esmeraldas para ingresar al pueblo de la región.


     La camioneta comenzaba a recorrer las calles de la comunidad de la zona esmeraldífera.  Todo giraba entorno a un ambiente muy rural, pero que a la vez tenía una calidez que lo hacía especial:  Calles algo estrechas, con edificios de uno a tres pisos, con balcones o ventanas, en su gran mayoría con alguna condición de desgaste, pero cuyo colorido y sencillez hacían del sitio algo agradable.  Era un gran contraste saber que las piedras preciosas más especiales del mundo: las esmeraldas, se formaban en montañas que enmarcaban el paisaje de una localidad que económicamente distaba de los lujos, pero que era grande en trabajo duro y esfuerzo diario.  Aunque Fabriciano había llegado a pasar de los túneles, a las distinciones por ser ahora un hombre importante, todavía encontraba caminar por el pueblo algo más atractivo, que ir a un aburrido club donde su esposa Nidia frecuentaba asistir.  

    Sin dudarlo, Fabriciano le da la orden a su chofer de detenerse, para volver a caminar como uno más por esas calles. –Déjame aquí, quiero caminar por el pueblo.  El chofer de una vez estaciona el auto y Fabriciano retorna a la libertad.  Aunque con lujosos zapatos, Fabriciano vuelve a ser por unos instantes un hombre cualquiera del pueblo, pero sin dejar de ser atractivo, con aquellos cabellos rubios y ojos celestes que denotaban la mezcla de su origen.  A pesar que es saludado a su paso con respeto y reverencia por ser un “De la Vega” más, Fabriciano responde con informalidad y atractiva camaradería:  -¡Y cómo le ha ido a usted, gusto de verlo, pásese por la hacienda un día para tomarnos un buen trago!


     Lo que más disfrutaba Fabriciano de su paseo por las calles, era no sólo desprenderse del rigor del protocolo de la clase alta, sino también disfrutar de la atención de las mujeres locales, que lo veían ahora más tentador, porque le había sumado a su atractivo, dinero y poder.  Olvidando su condición de casado con Nidia De la Vega, Fabriciano le daba rienda suelta a la complacencia de la vista, observando a detalle cada coqueta mujer que de inmediato no sólo le saludaba, sino que también le sonreía y le manifestaba su interés por él. -¡Hola, cómo te va.......!  A lo que una directa dama le dice: No también como tú, ¿cuándo salimos de nuevo? Fabriciano ante la propuesta, se recuesta a la pared de una casa y con aires de conquistador, responde:  -Tú sólo dime, que me voy contigo.  La directa dama a su vez, dice: -Pues, cuando quieras, si es que tu mujer te deja.  Fabriciano ante ese reto, dice con toda la confianza: -¡Yo voy a donde quiera, no tengo que pedirle permiso a nadie, menos a Nidia! La dama con la propuesta tentadora, dice sonriendo:  -Qué bueno, porque por ahí anda tu mujer; es más, date la vuelta y mírala en ese lujoso auto, parece que está buscando a algo o alguien en el pueblo.....Fabriciano se da la vuelta y divisa exactamente lo que le habían comunicado.  Ahí estaba su esposa Nidia: Una joven mujer de clase alta, con expresión dura y mirada fija hacia todas parte, en busca de su marido.


   Atrás quedaron las firmes palabras de Fabriciano.  Al ver a su esposa Nidia tras sus pasos, supo que su momentánea libertad podía quedar acortada, por lo que decide rápidamente correr, sin ni siquiera despedirse de la dama con la que estaba dispuesto a irse segundos antes.  Fabriciano corría como un delincuente con temor a ser encontrado y tantas puertas a su alrededor le hacían más confusa la decisión que necesitaba tomar.  -¡A dónde me escondo!, se dijo así mismo.  De pronto, un brazo lo toma por detrás y lo ingresa a un lugar, mientras le dice: -Te estaba buscando, entra para que hablemos......

Continúa en la próxima #HistoriasCortasTCE No.13.....

Melissa G.

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