#HistoriasCortasTCE No. 18: “La Mano Derecha de Fabriciano-Parte 1”.
Bogotá.
Instalaciones de un prestigioso restaurante de la localidad. Presente.
Camilo Gutiérrez hace entrada en el restaurante-bar donde se encontraban
César y Arístides. Ellos dos lo ven
pasar con un maletín en mano, en dirección a una mesa del lugar. La mirada de los ojos verdes de César
siguieron muy de cerca los movimientos de Gutiérrez, a lo que Arístides
reacciona, diciendo: -¿César, qué crees tú que puede estar haciendo Camilo
Gutiérrez con un maletín en este restaurante? César enfático dice: -No sé, por
eso me sorprendió su presencia aquí, pero hay muy buenas posibilidades que se
trate de un pedido de mi padre. Claro
que el movimiento éste todo sospechoso de la llegada de un tipo como Gutiérrez
con un maletín que seguramente no es suyo, no me agrada para nada. A veces me pregunto por qué mi papá confía
tanto en ese hombre, míralo nada más, su sola cara te dice que estamos hablando
de alguien sin escrúpulos, pero con un aire de hipocresía.
Arístides concuerda con su amigo y agrega: Eso es cierto, como también es cierto que tu
papá ha sabido invertir dinero en la imagen de su sospechosa mano derecha. Gutiérrez se viste bien, muy elegante para
encajar en ambientes como éste; él aparenta más ser una especie de secretario
privado que lo que es: Un tipo de malos pasos que tu papá contrató como
asistente. César dice ante el
comentario: -Ni me lo recuerdes, Arístides.
Lo peor de todo es que sé que Gutiérrez y Ernesto se han aliado en
varias ocasiones, sólo para taparle a mi querido hermano sus fechorías. Arístides dice: -Bueno, es que es la
combinación perfecta. Ernesto es un bribón, Gutiérrez le cubre sus bribonadas,
Ernesto se salva por un tiempo de las consecuencias de sus actos, Gutiérrez
saca un “dinerito” extra. El negocio
perfecto. César contesta: -Pues, voy a tener que intervenir para ver
cómo interrumpo esa asociación.....Tras esas palabras, César y Arístides
continuaron observando a Gutiérrez con sumo cuidado, hacia la mesa en donde se
encontraba.
La descripción que habían dado el par de amigos sobre Camilo Gutiérrez
no podía ser más precisa. Él era un
hombre de oscuro pasado, con expediente policiaco borrado gracias a las
influencias del importante empresario de las esmeraldas nacionales Fabriciano
Rosales; pese a eso, su imagen física y su vestimenta aportaban a las
apariencias. Por los elegantes pasillos
de la empresa de la familia Rosales De la Vega, Camilo Gutiérrez no parecía
desentonar; fácilmente se confundía entre el personal administrativo,
especialmente cuando le tocaba seguirle los pasos a su jefe Fabriciano,
cuando éste daba una ronda por la
compañía. A través del viejo ex
minero Rosales, Gutiérrez había entrado a un mundo sumamente tentador: Al mundo
de aquellas atractivas piedras preciosas de color verde que le cambian la vida
a cualquiera.
Todo cambió para
Gutiérrez, pero de cierta forma, todo seguía siendo muy parecido. Él era una mezcla entre finura y vida delictiva,
su cabello castaño, tez clara y elegante vestido lo convertían en un hombre
interesante demasiado cerca del poder de Fabriciano; quien un día fue un
prototipo de lo que era su mano derecha: Un minero de ojos celestes, cabellos
rubios, actitud desenfadada, que se casó con la hija del dueño de la concesión
de la mina La Próspera. Quizás la
proximidad y el parecido entre Fabriciano y sus indispensable asistente, no le
hacía ver peligro alguno; pero colocar a un hombre de tal calaña cerca del
viejo ex minero era un asunto digno de preocupación. Fabriciano podía recibir una acción en
contra, igual a las que él hacía en su juventud desenfrenada. Es que el actuar de Gutiérrez era sigiloso, callado, pero siempre con
una intención guardada. Gutiérrez había
aprendido que guardar silencio mientras Fabriciano hablaba, le había valido su
descuidada confianza. El pasado de su
jefe era la esmeralda más valiosa que él había encontrado en medio de la
familia Rosales De la Vega. Esa misma forma de proceder, Camilo Gutiérrez la
aplicaba a su espera en la mesa del elegante restaurante.
Callado, casi inmóvil en la silla, con un vaso de agua como única
bebida, Gutiérrez aguardaba la otra parte de su encomienda. El maletín de sospechosa procedencia se
mantenía en el piso, a un lado, casi debajo de la mesa, pero lo suficientemente
a la mano para tomarlo en el momento debido. A la entrada del lugar, llegaba la
persona que se escondía detrás de la encomienda que Don Fabriciano Rosales le
confió a su mano derecha….
Continuará en la próxima
#HistoriasCortasTCE No.18-Parte 2…..
Melissa G.
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