#HistoriasCortasTCE No. 24: “Perseguidos-Parte 2”.
Viene de
#HistoriasCortas No. 24: “Perseguidos-Parte 1”.
Zona Esmeraldífera.
Hacienda La Casona.
Cada uno de los Rosales De la Vega era más ambicioso que el otro y en
especial el segundo hijo de los cuatro del ilustre matrimonio, el hermano de
César y uno de sus principales rivales: Ernesto. Reunidos todos en la Hacienda de los Rosales De la Vega, “La Casona”,
conversaban el padre y sus dos hijos mayores:
-Ernesto: Papá, yo no
estoy de acuerdo con las negociaciones que está llevando César con la nueva
línea exclusiva de joyería que le presentamos al consorcio europeo. Prácticamente pareciera que estuviéramos vendiendo
baratijas en lugar de piezas de alta confección y selección de esmeraldas.
-César: ¡Ya se estaba
haciendo como tarde para que llegaran tus acostumbradas lamentaciones,
hermanito! Para tu información, el
precio es mucho más alto que las proyecciones optimistas; porque precisamente
hice valer la excelencia del trabajo de la línea, en las mesas de
negociaciones. Lo que sucede es que
gente como tú, Ernesto, sólo critica, no piensa.
-Ernesto: Llámalo como
quieres, pero creo que cada vez más, te vuelves malísimo como negociador. Y ni hablemos de tu papel como administrador,
el ritmo de extracción y producción en la mina está siendo paupérrimo; no sé si
es que tenemos puros mineros reumáticos trabajando ahí, o eres tú quien no sabe
exigir y planificar.
-César: Pues te invito a que tu próximo informe, no
sea también estéril de ideas como todo lo que presentas y te dignes a proponer
en lugar de seguir cada paso que doy, ¡como siempre lo haces!
-Fabriciano: Bueno
pues, cómo que ya fue suficiente de tanto fuego cruzado. O estamos juntos o nos hundimos. Miren que la cosa es berraca allá fuera y ¡no
estamos para estar escuchando tus majaderías,
Ernesto!
-Ernesto: Papá, es que
para ti las acciones de tu sombra aquí presente, me refiero a César, son intocables,
pero cuando te des cuentas que te decepcionó, voy a estar ahí para recordarte
lo que te aconsejaba.
-César: No te
preocupes, Ernesto, pues si papá ya se
dio cuenta de algo, ha sido gracias a ti.
Descubrió que sólo puede contar conmigo para manejar la empresa, no hay
nadie que pueda administrarla como yo.
La mirada fulminante de Ernesto hacia César fue interrumpida por la voz
de Doña Nidia. Ella era una mujer de
gestos exagerados, hasta ridículos.
Amaba ser parte de cuanta asociación o club existiera, activa mujer de mundo y
fanática de usar zapatos, accesorios y vestuario de diseñador. Cuando Doña
Nidia entraba en una habitación, su presencia se hacía sentir y ésta no era la
excepción; la cual fue de más oportuna, la rivalidad de los hermanos Rosales
era evidente.
-Nidia: ¡Pues qué son
todas estas discusiones! No en vano los
convencí para que nos pasáramos una semana aquí en la hacienda, lejos de
oficinas, minas, talleres, política. A
parte que estaba pensando invitar a los De las Casas a pasarse unos días por
acá.
-César: No cuentes
conmigo para tus planes, mamá. Tengo
programado un viaje de negocios a Panamá para reunirme con unos empresarios
interesados en distribuir la línea de joyas en la Zona Libre de ese país. Me estoy yendo mañana mismo, así que no veo
razón para invitar a nadie; menos a la familia de Mercedes.
Don Fabriciano responde de la forma habitual en la que él hablaba con su
esposa: Siempre enojado y molesto.
-Fabriciano: ¡Siempre
con tus cosas imprevistas y absurdas, Nidia! Quién puede tomar vacaciones, aquí
mismo, donde está la zona de minas de esmeraldas, la fuente de nuestro trabajo.
¡Yo tengo cosas que hacer en la mina y
muchas más lejos de aquí; así que me estoy yendo pronto!
-Nidia: Por lo visto
todos aquí son unos fanáticos del trabajo.
¿No me digas, Ernesto, que también te vas?
-Ernesto: Pues con la
pena, querida, madre, también tengo muchas cosas que atender. Es más, tengo que hacer un par de llamadas,
por lo que con su permiso. Voy a tener
que retirarme.
-César: Yo también me
voy; perdona, mamá, si dañé tus planes.
-Nidia: No te
preocupes, hijo, me quedaré aquí hasta que se vaya tu padre.
Enérgicamente, Don Fabriciano reacciona ante las palabras de su esposa,
diciendo:
-Fabriciano: Pues ve
haciendo las maletas, ¡mañana mismo nos vamos!
Melissa G.
Continúa en la siguiente
#HistoriasCortasTCE 24-Parte 3……
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